Éramos pocos… Especial Películas con un elenco multitudinario (1)

Este viernes se estrena «El Gran Hotel Budapest», último filme del siempre interesante Wes Anderson. Entre otras cosas, la película se caracteriza por poseer un elenco multitudinario.

En el reparto actores de la talla de Ralph Fiennes, Willem Dafoe, Adrien Brody, Edward Norton, Saoirse Ronan, Léa Seydoux o Tilda Swinton (entre muchos otros).

Convertido en uno de los pocos auteurs estadounidenses contemporáneos que saben equilibrar el éxito de crítica y público, el cineasta texano ha conseguido que cada uno de sus últimos proyectos atraiga a una buena multitud de actores que ya de entrada saben que, como mínimo, el papel que interpreten les servirá tanto para demostrar su compromiso con un cierto tipo de cine independiente pero exitoso como para explorar el mundo siempre único de los personajes de Anderson. En esta ocasión, el elenco multitudinario quizás responda a una cierta cinefilia, incluso: en 1932 se estrenó Grand Hotel, ejemplo primitivo de casting all-star que contó con la presencia de actores de la talla de Greta Garbo, John Barrymore o Joan Crawford.

Aunque a lo largo de la historia del cine este compromiso con una mirada autoral no ha sido siempre el motivo principal de unión que haya conseguido atraer a un mismo filme a un reparto multitudinario; en otros casos, la película ha servido, por ejemplo, de promoción a una determinada major hollywoodiense; o la adición de un sinnúmero de actores ha intentado alcanzar ese ideal imposible de «espectáculo más grande jamás contado»; o, en muchas ocasiones, el proyecto se ha convertido en un especie de válvula de escape colectiva con un carácter más lúdico que otra cosa.

Desde Cineralia queremos proponeros un especial con diez películas de distintas épocas (aunque con especial atención a la última década) que han conseguido reunir, por motivos diversos, a un elenco multitudinario de actores de renombre; en esta primera parte nos centraremos en filmes cómicos o de acción gamberra; en la segunda veremos otros con una vocación más dramática, que pretendan contar una historia épica o similar.

• Cuatro películas cómicas con un elenco multitudinario

Casino Royale (1967):

El inicio, a lo largo de los sesenta, de la saga de películas de James Bond (todas ellas producidas y celosamente protegidas, igual que a día de hoy, por la compañía inglesa Eon), había disparado la popularidad del género hasta límites insospechados hoy en día; el mundo ultra-tecnológico de James Bond, espía invencible y prototipo del macho resoluto que es capaz de llevarse a la chica y vencer al malo sin despeinarse (al menos hasta la llegada de Daniel Craig) demostró ser muy fácilmente parodiable, y la década vio el surgimiento de los eurospy, parodias de origen mediterráneo más o menos logradas que jugaban con las historias y tópicos de la saga, siempre al margen de los derechos.

Derechos que el productor Charles K. Feldman sí que había adquirido; pero al ver que la competencia con Eon iba a ser imposible, decidió transformar la en principio seria Casino Royale en una especie de manta de patchwork cómica en la que acabaron habiendo varios directores, infinidad de guionistas y un montón de actores de distintos ámbitos que interpretarían varias versiones del agente 007 en una trama episódica alocada y bastante inconexa.

Finalmente, Casino Royale se convierte en una especie de show de variedades en el que cada cómico intenta demostrar que es mejor que los demás (cosa que en el accidentado rodaje se hizo casi literal), lo cual se hace bastante difícil de dilucidar: encontramos a gente de la talla de Peter Sellers, Orson Welles, Woody Allen, Ursula Andress, Deborah Kerr, Jacqueline Bisset, Terence Cooper, John Huston (que también dirigió una parte), William Holden o Jean-Paul Belmondo. Hoy en día verdadera curiosidad para cualquiera interesado en ver cómo trabajan juntos gran parte de las estrellas o simpatizantes del Hollywood más intelectual del momento, el filme acaba desperdiciando gran parte de su potencial al acabar siendo un monstruo que ni entre varios directores fueron capaces de controlar.

Love Actually (2003):

Otro buen ejemplo de director capaz de atraer a un montón de estrellas a sus filmes, el inglés Richard Curtis ya había dado la campanada (dos veces) con sus guiones para Cuatro bodas y un funeral y Notting Hill. Su primer filme como director conseguiría combinar bastante acertadamente el humor en ocasiones bastante negro de la primera con el romanticismo desaforado de la segunda: Love Actually es, sorprendentemente, un canto al amor situado en época navideña que no resulta tan empalagoso como muchos creerían, y que consigue combinar más o menos exitosamente diez historias protagonizadas por la flor y nata de la actuación inglesa de la primera década del siglo XXI (cosa que, dicho sea de paso, también ha acabado consiguiendo la saga de Harry Potter).

Oscilando, pues, entre el romanticismo de libro y una cierta mirada crítica hacia el ya tan manido tema del amor, Curtis consigue llevar a puerto un filme en el que encontramos, entrelazadas y distribuidas a lo largo de varias semanas, historias tan dispares pero no por ello menos tópicas como la de la vieja gloria del rock que descubre que las drogas y el sexo no lo son todo en la vida (excelente Bill Nighy), la del hombre casado que engaña a su mujer con su secretaria (relato sorprendentemente profundo protagonizado por Alan Rickman y Emma Thompson), el poco sutil guiño a la realidad que supone la historia del primer ministro (Hugh Grant, con una escena de baile antológica) que se enamora de su secretaria o aquella protagonizada por dos dobles del cine porno que acaban juntos (uno de ellos, Martin Freeman en uno de sus papeles cinematográficos más antiguos).

Este impresionante elenco (y nos dejamos a muchos, como Colin Firth o Rowan Atkinson) consigue hacer olvidar por momentos la ortopedia de un filme tramposo pero interesante, romántico pero sin pasarse, que si bien no pasará a la historia del cine muestra una buena variedad de perspectivas del hecho del amor y cuya banda sonora, eso sí, acaba resultando imprescindible.

Los Mercenarios (2010):

De acuerdo, no es exactamente una comedia, pero tampoco creemos que se trate de una película dramática del todo. De hecho, en esta historia de acción explosiva protagonizada por algunas de las mayores estrellas del cine de bombas y metralletas de todos los tiempos lo que menos importa es el drama, y lo que más es el componente lúdico. Ejemplo perfecto de que una película cuya única función es entretener visualmente puede tener un verdadero interés (aunque sea cien por cien infantil), Los Mercenarios es la primera entrega de una saga cuya tercera película llega este año, y que va mejorando a medida que se van añadiendo músculos a la ecuación.

Valiente a la hora de guiñarle el ojo a las carreras por separado de todos sus componentes, la saga narra, esencialmente, cómo un montón de viejas glorias del cine de acción (y algunas más nuevas en una interesante mezcla de generaciones) se unen para enfrentarse a un puro ejército de soldados/mercenarios/piratas/secuestradores internacionales. Y nada más. El atractivo, pues, no es tanto la historia como sus protagonistas: Schwarzenegger, Stallone, Dolph Lundgren, Jet Li, Bruce Willis, Chuck Norris, Jason Statham, Terry Crews, Mickey Rourke, Mel Gibson, Van Damme… conforman un casting que hace la boca agua a los aficionados a este tipo de cine y como mínimo llama la atención a cualquier otro tipo de espectador.

 Movie 43 (2013):

Desde Cineralia mostramos, pero no siempre recomendamos: Movie 43 es probablemente el blockbuster cómico más desagradable, estúpido, simple y, en una palabra, malo, de los últimos diez años, y curiosamente, muy probablemente contenga el elenco más variopinto de los últimos diez años. ¿La explicación a tal desbarajuste?  Peter Farrelly, cabeza pensante detrás del proyecto (en el que colaboran también una buena cantidad de directores/guionistas) persiguió a todos sus actores durante años para conseguir sus partes en el filme global, proponiéndoles días de rodaje cortos que les costaran poco tiempo. Lo que sigue siendo extraño, en cualquier caso, es que incluso después de leer su guión aceptaran interpretarlo (Richard Gere, eso sí, intentó escaparse, pero no lo consiguió).

Siendo breves, Movie 43 muestra unos catorce segmentos cortos (narrativos o falsamente publicitarios) que narran una serie de historias cómicas a cada cual más salvaje, escatológica, incómoda y poco profunda. En esencia, el filme acaba siendo una especie de concurso de «a ver quién la dice más gorda» en el que las tetas, los penes y los distintos fluidos corporales que a uno se le vayan ocurriendo van haciendo acto de presencia uno detrás de otro (a pesar de que alguno de los segmentos se salve, todo hay que decirlo, precisamente porque consigue hacer algo interesante de un material de partida eminentemente escatológico). Ante tal descripción, uno casi se echa a temblar al enterarse de toda la gente que prestó su imagen para el experimento: Un elenco multitudinario en el que estaban Hugh Jackman, Kate Winslet, Greg Kinnear, Halle Berry, Josh Duhamel, Richard Gere, Elizabeth Banks, Stephen Merchant, Gerard Butler o Chloë Grace Moretz son algunos de los nombres que decoran el cartel de tal monumento al mal gusto.