miércoles , abril 17 2024

Crítica de Nueva vida en Nueva York. Madurez global

El director galo Cédric Klapisch parece dar el cierre a su trilogía de amor y ciudades con Nueva vida en Nueva York.

En la película seguimos a un ya maduro Xavier (protagonista de los otros dos filmes) en un viaje a Nueva York para poder ver a sus hijos, que viven allí con su ex mujer, Wendy, otra asidua de la trilogía.

En su exploración de las relaciones sentimentales contemporáneas, mostrando a sus personajes a medida que van creciendo sus intérpretes, la trilogía de Klapisch podría remitir por momentos a la otra trilogía moderna que se encarga de temas similares, la iniciada por Richard Linklater con «Antes del amanecer»; pero lo que aquella tiene de sutil reflexión intelectual, filtrada por una visión rohmeriana del amor (emocionalmente inestable pero a la vez, difícil equilibrio, objeto de reflexión profunda) le falta enormemente a la trilogía de Klapisch, completada por «Una casa de locos» en 2002 y «Las muñecas rusas» en 2005.

Efectivamente, el filme no destaca precisamente por su sutileza o por jugar con una cierta temporalidad que permita el desarrollo orgánico de los lazos afectivos (al estilo de los juegos de miradas de «Antes del amanecer», por ejemplo), sino por un guión artificioso pero bien trabado, que juega a ir mezclando a los distintos personajes, cada uno de ellos con una idiosincrasia y características personajes que se han ido filtrando a lo largo de toda la trilogía, para conformar un fresco en ocasiones barroco (sobre todo por el uso de la pantalla partida) pero siempre entretenido y agradable, capeando las estridencias y ofreciendo algunos momentos de genuina comedia.

nueva vida en nueva york

Con una estructura similar a la de las entregas previas de la trilogía (la primera trataba la época Erasmus de Xavier, en un albergue barcelonés; y la segunda su paso de la juventud a una cierta madurez en la capital rusa), «Nueva vida en Nueva York» combina las tramas argumentales de Xavier y sus amigos (el primero como centro de una constelación de relaciones que van urdiendo tramas secundarias, unas más logradas que otras) con una cierta exploración turística de los paisajes urbanos de la ciudad escogida, en este caso Nueva York. Se trata de mostrar la Gran Manzana desde los ojos de un francés de clase media, lo cual siempre hace que se instalen ciertos tics que alejan la película de otras obras mucho más autóctonas pero que quizás sugieran ciertas correspondencias, como el «Manhattan» de Woody Allen.

Bebiendo de un tono ligero, el filme no se lanza a las largas conversaciones ni a las disquisiciones filosóficas sobre el amor y sus vericuetos que sí que propone la melancólica trilogía de Linklater; aquí los diálogos son más rápidos y cortantes, buscando el efecto cómico, y la vertiente intelectual queda reducida especialmente a un gag en el que ciertos filósofos célebres vuelven a la vida para compartir su visión del mundo con Xavier; lo lúdico queda por encima de lo humano, lo cual no quiere decir que la película no funcione: en su lógica de celebración del romance dentro de la aldea global que supone Chinatown, escenario en el que se desarrolla en gran parte, «Nueva vida en Nueva York» supone una entrada interesante que no desmejora en absoluto la recomendadísima trilogía de Klapisch.

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Los actores, por su parte, conocen ya perfectamente a sus personajes y parecen encontrarse muy a gusto interpretándolos: Romain Duris brilla como el maduro Xavier, elemento de unión del resto del filme y por lo tanto altamente responsable de su éxito global; Kelly Reilly y Audrey Tautou son muy eficaces también como interés amoroso y contrapunto femenino a las desventuras de Xavier, aunque Tautou parezca incapaz de librarse de una vez por todas de algunos de los tics del personaje que la lanzó a la fama en «Amélie», prototipo contemporáneo del amor freak francés.

En definitiva, «Nueva vida en Nueva York» confirma el estilo directorial de Klapisch con una historia que podría ser más profunda (sorprende la falta de una cierta reflexión acerca del hecho de hacerse mayor, y las correspondencias entre los distintos filmes de la trilogía, que podrían realizarse de manera sutil, se presentan en forma de bruscos flashbacks) pero que funciona a la perfección en su intento de combinar distintas tramas romántico-sentimentales protagonizadas por unos personajes familiares que no permiten que decaiga el interés.

Acerca de Ricardo Jornet

Simpático redactor de Cineralia; no tan simpático estudiante de cine.

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