Regresaba el trío Ford, Lucas y Spielberg que como nos enteramos más tarde después de la primera parte firmaron un contrato de dos entregas más con los productores y durante cinco años desarrollaron una historia que metería a Indy de nuevo en faena. El santo grial fué la salvación, la historia giraría en torno a su poder y su capacidad para entregar la inmortalidad a todo aquel que beba de él.
La novedad llegó en forma de actor, Sean Connery pasó a ser el padre de Indiana y el motivo de este para iniciar la aventura.
El inicio es de lo más divertido, con un joven Indiana (El fallecido River Phoenix) metido a boy scout y enseñándonos la razón de ser de muchas de las manías y costumbres de su personaje, desde la lesión en la barbilla, hasta su pánico por las serpientes e incluso la adopción del conocidísimo sombrero.
Y sobretodo la aparición del padre con una majestuosa interpretación de Sean Connery y una química entre padre e hijo que nos hace pensar en muchos momentos que son padre e hijo en la vida real. Ganó un Oscar a los efectos de sonido y una recaudación total de 474 millones de dólares en todo el mundo.
Estas aportaciones añaden frescura a la combinación habitual en la saga, acción, humor, fantasía y de nuevo una película de Indiana Jones nos trae dos horas de entretenimiento puro y duro con los efectos especiales apropiados y geniales en su momento y con una escena final galopando hacia el sol en la que Indy se despedía de nosotros definitivamente y dejaba su futuro en nuestra imaginación.
¿Definitivamente?…