Nunca he sido fanático de las aventuras del agente 007, si acaso seguidor hace algunos años de la encarnación que de él hacía Sean Connery, convirtiendo a Bond en un personaje peculiar, seductor y la imagen que de nosotros queda de lo que debe ser un agente secreto.
Con la llegada de Daniel Craig y después de unos cuantos sustitutos de Connery sin el plante que tenía este último, se despejó el horizonte y creimos ver resurgir un nuevo Bond con señas de identidad propia, algo más rudo y macarra, que con ‘Casino Royale’, sin llegar a la celebración, si llegó por lo menos a entusiasmar a los fans del pretigioso agente secreto.
Era un espejismo, ‘Quantum of Solace’ es floja, el continuo devenir de escenas de acción no justifica la película y la credibilidad tan necesaria e imprescindible en estos casos brilla por su ausencia en muchos momentos, demasiados.
El Daniel Craig que en ‘Casino Royale’ nos dejó entreveer a un actor resuelto y capaz, ahora en esta vigesimosegunda entrega resulta forzado y hasta caricaturesco, convertido en un personaje vengativo que más que interpretar, deambula por una trama forzada dónde hasta las chicas se ven contagiadas por un aire de mediocridad que solo algún giro argumental, plasmado en el guión, la salva del suspenso.
El concepto de agente secreto a cambiado con el tiempo, el parecido a la saga Bourne es indudable, aunque sin la calidad de esta última saga y de la impronta de Matt Damon, que si dota de personalidad a su personaje, lo que Craig en esta ocasión no consigue.
Esta última entrega de James Bond es olvidable, mediocre en la ejecución, con escenas de acción muy buenas pero fuera de contexto y con una sensación de falta de magia que esperemos que en sucesivas entregas, que seguro las habrá, sirva de aliciente para recuperar las aventuras de este querido agente con mayor acierto.
6,2 sobre 10.
Rafael Calderón Luna.