El polémico realizador austríaco Michael Haneke, director de ‘La pianista’ y ganador de la Palma al mejor director por ‘Caché’, ha vuelto a Cannes con lo que parece su caballo ganador, ‘The white ribbon’, cine sociológico de sobriedad escalofriante que dejó poco hueco a la sin embargo estupenda ‘A l’origine’, de Xavier Giannoli. El festival de Cannes comienza su recta final con un sprint de categoría: dos películas prolijas, dos horas y media cada una, hermosas y muy diferentes entre sí, pero de altísimo nivel social, filosófico y, sobre todo, cinematográfico.
Iconoclasta y revolucionario, Haneke se ha descrito a sí mismo en numerosas ocasiones como un optimista que cree que el espectador reaccionará ante los mazazos secos que propicia su cine: ‘Todas mis películas hablan de la violencia, reflexionan sobre su representación’, dijo hoy en rueda de prensa. Dos años después de hacer extensivo su mensaje a Estados Unidos volviendo a filmar en inglés su hiriente ‘Funny Games’ (1997), con ‘The white ribbon’ rueda en alemán, tras un prolongado idilio con el cine francés y resuelve con precisión quirúrgica y amargura poética el retrato en blanco y negro de una comunidad alemana en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial.