La gala de los Goya nos deparó una de las sorpresas del año, la aparición estelar de Pedro Almodóvar para dar el premio a la mejor película, entre vítores, aplausos y una larga y sentida emoción. Procedía de un hotel situado enfrente del Palacio Municipal de Congresos, donde había pasado buena parte de la jornada en una habitación registrada con un nombre falso. Álex de la Iglesia, presidente de la Academia y urdidor de toda la movida en torno a Almodóvar, barajó como nombres falsos en el hotel los de los dos protagonistas de la película ‘Con la muerte en los talones’: Roger O. Thornhill y George Kaplan.
Sólo unas horas antes, concretamente a la una de la madrugada del día anterior, Almodóvar había dado el sí a Álex de la Iglesia, quien durante meses hizo una labor de convencimiento. Nadie lo sabía, ni la ministra de cultura, ni familiares muy cercanos al director manchego
Yo lo que quería demostrar a Pedro es que la Academia le quiere, quería que viera cómo todos los asistentes a la gala, puestos en pie, le aplaudían. Pedro es un hombre generoso y valiente y le estaré eternamente agradecido. Me costó mucho pero yo es verdad que soy muy pesado. El año que viene le tocará a José Luis Garci.
Es una verguenza que toda una academia este pendiente de este individuo, representante de la peor zafiedad con su cine burdo, vulgar y previsible. Dado los tiempos que corren eso vende porque el personal no da para más. No se puede esperar otra cosa de un colectivo subvencionado que a golpes de glamur (belleza ficticia, brillo falso y engañoso)pretenden hacernos olvidar que no son más que peones de repetición.