De lo que nadie podra acusar nunca al magnífico Danny Boyle es de no arriesgar, de acometer proyectos fáciles, de sobrevivir encorsetado en un esterotipo de director no dado a las experiencias difíciles. Boyle, al igual que su protagonista en esta angustiosa película, vive en el riesgo, le encanta sumergirse en lo barroco, en la locura, desbordar adrenalina por los cuatro costados. Tan cerca y al mismo tiempo a años luz del Docudrama convencional.
Todos conocemos, a estas alturas, en que se basa ‘127 Horas’, en la historia real de Aron Ralston, un intrépido montañero norteamericano famoso, por desgracia para él, porque en mayo de 2003, durante una escalada, en Utah, sufrió una caída y una enorme roca le aplastó el brazo dejándolo atrapado. Tras varios días (Concretamente 127 horas) inmovilizado e incapaz de encontrar una solución, tuvo que tomar una dramática decisión. Evidentemente no os voy a contar cual fué esa decisión, seguro que a estas alturas todos la conoceis, y no os dejeis intimidar por esta historia, merece la pena.
El Tour de Force al que se somete James Franco es bestial, similar al de Ryan Reynolds en ‘Enterrado’, y la cinta contiene una premisa también parecida, ser una peli de acción con un tío que casi no puede moverse; en eso Boyle lo borda, su cámara nunca se detiene; aprovecha cada resquicio de la película para llevarnos al límite, para amplificar la genial interpretación de Franco y con la apropiada utilización del flashback consigue superar a Cortés en un factor, al que yo personalmente doy mucha importancia, la empatía con el protagonista.
La austeridad narrativa de Boyle, a pesar de ciertos desajustes, se convierte en su mejor baza, ahí en dónde el director de mueve a sus anchas, y la película coge el impulso suficiente para entretener sin un momento de respiro, sin un segundo de aburrimiento; un trepidante espectáculo visual con el suspense necesario y la credibilidad imprescindible para sostener la obra, algo de lo que adolece la obra de Cortés, aunque son igual de entretenidas y diría yo, de buenas.
La dirección y la interpretación principal la convierten en una apuesta segura; algún momento puntual en la narración ciertamente malo y ciertas musicas de aderezo que desgraciadamente no funcionan la alejan de la excelencia, pero, eso si, no la sacan del grupo de las imprescindibles del año. La de Rodrigo Cortés también.
Rafael Calderón Luna. Nota: 7,4.
No es su ópera máxima, pero entretiene. La historia, inquietante sin duda, estaría mas bien acoplada en un corto que en un film completo. De Boyle siempre he destacado como film de culto trainspotting, y aún no ha hecho nada que me impresione más que esa película de 1996.