Altafims nos presentó una de las películas que pone en cartelera este fin de semana: ‘Un lugar donde quedarse’ del director italiano Paolo Sorrentino, de coproducción Italia-Francia-Irlanda.
Cheyenne (Sean Penn) es un judío ya cincuentón, antigua estrella del rock, con un estilo de vestir gótico y llevando una aburrida y monótona vida de prejubilado en Irlanda. Todo da un vuelco con la muerte de su padre, con el que hacía 30 años que no se hablaba, y por ello tiene que viajar a New York. Por medio de su familia y unos diarios reconstruye todo ese tiempo pasado sin contacto, y durante el cual su padre se dedicó a buscar a un criminal nazi que estaba refugiado en Estados Unidos. Cheyenne con su lenta capacidad para todo, decide seguir la investigación de su padre y de esta manera comienza la búsqueda del nonagenario alemán por todo Estados Unidos.
La vestimenta del protagonista, todo de negro y maquillado, contrasta totalmente con un hogar blanco casi diáfano y minimalista. Este contraste existe a lo largo de toda la película, la estética de él se enfrenta a una personalidad simple, sin dobleces y ninguna maldad.
Con textos y diálogos complejos para hacernos pensar y reflexionar Sorrentino nos presenta un Sean Penn desconocido, pero soberbio en una actuación magistral, fuera de todos los registros que ya le tenemos conocido. Un personaje desconcertante pero asombroso al mismo tiempo con una tonalidad y color un tanto lineal, pero con muchas aristas que limar interiormente durante toda la película; es como si hiciese un viaje hacia su yo interior que está por buscar.
Dentro de la película y los problemas internos que tiene el personaje con el mismo y con el mundo que le rodea creo que hay dos puntos de inflexión para que cambie y tome un rumbo que no sabe muy bien donde le va a llevar. Esos puntos son una conversación con otro cantante, David Byrne, y la muerte de su padre, ambos muestran la frustración que el personaje lleva dentro.
Todo es tan trascendental, existencialista y surrealista en la mayoría del metraje que no sabes muy bien por donde van los tiros de la trama, se mezclan historias que hasta que casi no llegas al final de la cinta no descifras y bueno esa parte es interesante porque te tiene pendiente de lo que va a pasar en el trayecto de las historias. Es interesante porque no te da nada resuelto y cuando piensas que lo está no es así se complica con algo que le ocurre en la mente del protagonista.
Como he mencionado anteriormente la actuación de Sean Penn impecable y magistral, pero no es la única, podemos resaltar y muy bien a Frances Mcdormand en el papel de su mujer, Jane. Una mujer totalmente opuesta en estética, carisma y vitalidad en el momento que está centrada la película, pero que al mismo tiempo muestran una complicidad tan buena, que al final no notas la diferencia de las personalidades entre ambos, y eso es debido al buen guión y a las grandes actuaciones.
Una película totalmente marcada por la música. Primero de todo el título es el nombre de una canción de Talking Heads de 1983 (This must be the place), interpretada por David Byrne en la película por el mismo, además de un pequeño papel para él. El director ha inspirado el personaje de Cheyenne en la estética de Robert Smith, el líder de la banda The Cure. La hija de Bono, cantante de U2, Eve Hewson es la joven actriz que interpreta el papel de Mary. El nombre del cantante y de su grupo, «Cheyenne and the Fellows» es un homenaje al grupo «Siouxie and the Banshess», vamos que la música ha poseído al director y a la película.
Ufff! No es mi tipo de película definitivamente… menudo tostón!