La vida como tal es el gran relato más recurrente e inagotable de todos porque, en el fondo, es y será un misterio irresoluble. En una vertiente empírica, la ciencia estudia los secretos de la creación de la vida, su arquitectura y sus orígenes más primigenios, mientras que desde una posición subjetiva, pero igualmente lícita y necesaria, la religión y la filosofía se preguntan sobre su razón de ser. Aunque todas estas disciplinas siguen caminos muy dispares para alcanzar la misma respuesta, lo cierto es que tienen en común el hecho de que cualquier propuesta de solución trascendente o canónica siempre forma parte de una pregunta mucho más grande, de modo que cualquier discurso fehaciente sobre la vida siempre será uno más que nunca satisfará a todos por igual. Ridley Scott tiene el acierto y el mérito de plantear su hipótesis en el prólogo, sin duda los minutos más fascinantes y enigmáticos por el atrevimiento que derrochan al abrir el espectro de interrogantes hasta cuestiones que la película ni siquiera se plantea abordar.
Como el propio título indica, el viaje de los elegidos es esencialmente la representación física del viaje espiritual del hombre ante el reto de encontrarse cara a cara con sus creadores para culminar la búsqueda insaciable de respuestas inherente a la condición del ser humano como individuo que se reconoce a sí mismo. Ciencia, religión y filosofía se encuentran en este punto en que la curiosidad se impone al miedo de no encontrar respuesta, en que hacerse la pregunta es más importante que obtener la solución y el viaje es más significativo que el destino, y justamente en este punto es donde se sitúa la epopeia espacial de ‘Prometheus’, probablemente la más ambiciosa y estimulante desde ‘2001: Una Odisea En El Espacio’ (Stanley Kubrick, 1968).
Precisamente los ecos de la obra magna de Kubrick, ya sea por la pausa contemplativa que en ocasiones impone el director o por el poderío visual de la película, suenan con fuerza en este regreso de Ridley Scott al universo de ‘Alien’ (1979), cuya nueva inmersión resulta más colorista e hiperdimensionada para acercarlo más al sci-fi tradicional que al terror. Sin embargo, la forma como ‘Prometheus’ aborda el tema de la vida resulta harto inocuo por culpa de un guión cargado de artefactos e imprecisiones, cuyos autores (Jon Spaiths y Damon Lindelof) dinamitan al preocuparse más por esconder evidencias que por desarrollar los dramas existenciales que arrastran los distintos personajes en su viaje (la imposiblidad de crear vida a contra la capacidad de hacerlo, la búsqueda de la inmortalidad, el valor de la vida artificial, la distancia abismal entre padre y su hija –con una analogía evidente a la distancia entre creadores y creaciones–), puesto que sus motivaciones son el motor que los impulsa a hacerse las grandes preguntas por cuyas respuestas están dispuestos a hacer un viaje sin retorno. Pero como los protagonistas de la historia no llegan a ser importantes, sí que llega a serlo la falta de respuestas sobre enigmas accesorios como la naturaleza del misterioso líquido negro (una suerte de sustancia de vida y muerte), los desencajes respecto a ‘Alien’ (si es que realmente ‘Prometheus’ pretende ser una precuela estricta) u otras nimiedades como por qué caracterizar a Guy Pearce de viejo en vez de contratar a un actor mayor.
En un universo paralelo, el fascinante escenario que plantea ‘Prometheus’ con Ingenieros, androides y con los hombres en medio, como organismos insignificantes convertidos en dioses creadores, originaría un debate con raíces en el cuento de Frankenstein que cuestionaría la trascendencia de la vida y haría oscilar las razones de su existencia entre la capacidad (y una dosis de arrogancia) de unos para crearla y el mero accidente aislado hasta hacernos cuestionar la importancia del ser humano y la auténtica naturaleza de los dioses. Lamentablemente, pero, en este universo y en esta película todo esto está presente en un nivel demasiado subtextual y que, por ende, exige demasiado al espectador.
De todas maneras, pese a la gran cantidad de imperfecciones que tiene (insisto, a nivel de guión casi todas), sinceramente creo que Prometheus es una de estas películas especiales que salen cada mucho tiempo y que hacen grande el género de ciencia-ficción en su vertiente más atractiva, esta en que mundos ignotos, criaturas maravillosas y sucesos que escapan a la comprensión son herramientas para contarnos historias muy íntimas que no encuentran forma de representación adecuados en escenarios realistas. Y con esto para mí es suficiente. Sinceramente creo que Ridley Scott ha abierto una historia extraordinaria con infinitas posibilidades y por esto yo, al igual que Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) en la película, con Prometheus elijo la fe.
Nota: 8,5.
Vaya basura de pelicula, vaya inversion mas mala he hecho,no tiene argumento ninguno.
Mis oooojoooossss, me los quiero arrancar ¿Como han podido ver semejante BAZOOOOOFIIIIIIAAAAAA?
Como digo es que el problema es que las ideas están ahí, se ven, pero no van a ninguna parte muy probablemente por culpa de Lindelof. Por esto entiendo a cualquiera que se sienta frustrado con la película porque en cierta manera, yo también lo estoy. Aún así creo que la historia es sobradamente estimulante y tanto el tiempo como (sobre todo) la secuela pondrán ‘Prometheus’ en su lugar.
No creo que la cinta tenga tanto trabajo mental para el espectador y eso del subtexto suena a excusa para que las cosas que no cuadran nos hagan sentir como tontos.
Scott queria hacer algo distinto y en algun momento la idea se les fue de las manos… igual que ocurriera en Perdidos, que al final te dejaba constantemente con el culo torcido y sin saber que pasaba. ¿ A cuanta gente conoceis que comprendiera todo lo que ocurria en Perdidos ?… yo creo que nadie… porque el titulo lo decia todo: Perdidos…
Un abrazo Gerard, ya veo que tb has fichado con Rafa… que joio jajaj