Los caminos del found footage son inescrutables. Género con el don de la ubicuidad que late al compás de los (normalmente acelerados) corazones de sus personajes, se ha aliado con la causa del terror tan fuertemente que muchos creen que su primera muestra es la ya mil veces desmontada ‘El proyecto de la bruja de Blair’, aunque ya esos locos italianos de los ochenta se encargaron de unir cámara temblorosa y sangre en la infame ‘Holocausto Caníbal’. Reivindicado en el siglo XXI como un género barato y efectivo por su (extremo) realismo, podemos sentirnos orgullosos de haber contribuido a su genealogía con la brillante ‘REC’ mientras contemplamos atónitos cómo los estadounidenses lo piratean en sagas como la que comenzó con ‘Paranormal Activity’.
Es evidente que la ya comentada efectividad del found footage deriva esencialmente de su carácter documental: la sala de cine se llena de gritos porque esa chica perseguida por un zombi va a morir en la realidad, convirtiendo en documento uno de los artificios cinematográficos más elaborados. Recordemos los juicios contra Holocausto Caníbal (¡se suponía que el director había matado gente!) o las leyendas formadas en torno a ‘El proyecto de la bruja de Blair’, que tanta gente entendió como terriblemente real (con la ayuda del incipiente Internet).
En ‘V/H/S’ (y aquí radica gran parte de su interés), esto acaba siendo dinamitado y es difícil creer que alguien entienda estas imágenes llenas de súcubos devorahombres, extraños asesinos pixelados, ancianos vampiros y casas encantadas llenas de manos fantasmales como lo que se supondría que son: documentos reales, cintas de cassette (en una curiosa operación nostálgica) que muestran diversos incidentes paranormales, encontradas por una panda de hooligans en una siniestra mansión. Ya no se trata de ocultar al monstruo para que lo pasemos mal, se trata de mostrarlo hasta el punto de que lo pasemos bien (de forma similar a la progresión ‘REC’-‘REC 2‘, del supuesto documento real al juego multigenérico y multicámara).
Jugando, pues, con la concepción tradicional del género para convertirlo en una herramienta lúdica con la que experimentar diversas aproximaciones al terror (no olvidemos que estamos ante un filme antológico, es decir, formado por distintos fragmentos de autoría diversa), los directores de ‘V/H/S’ (destaquemos sólo al ecléctico Ti West o al colectivo Radio Silence, entre otros jóvenes talentos del interesante terror de segunda fila) nos ofrecen un compendio de horrores de género variado: desde el puro fantástico monstruoso hasta el slasher clásico (aunque con una vuelta de tuerca tecnológica), pasando por el criminal o el de casa encantada.
Banquete de calidad poco uniforme pero intenso, adornado con pinceladas de gore y algún que otro comentario interesante sobre el mundo contemporáneo.
Porque ‘V/H/S’ actualiza el concepto de la videocámara en mano típico del found footage, al aderezar sus historias con nuevas aportaciones, propias de nuestra época: especialmente interesantes son esas gafas-cámara que actualizan el concepto de primera persona o la historia que ocurre principalmente a través de Skype, verdaderamente efectiva en su radiografía del terror cotidiano (aunque con un final algo desmerecido). En nuestro mundo conectado, el terror puede aguardar detrás de cualquier esquina.
Pero especialmente en las mujeres: aunque ‘V/H/S’ intente nivelar sus dos primeras historias (de carácter marcadamente castratorio; aquí los hombres sólo sufrirán ante el implacable sexo femenino) con otras dos en las que los malos son los hombres, se articula un discurso, no sabemos si feminista o altamente machista, sobre un tipo de mujer que sonríe mientras te arranca las entrañas. Y esto, aunque a muchos les cueste reconocerlo, es lo que verdaderamente no nos deja dormir por las noches.