Festival de cine. Animac 2013.
Hay mucho de nosotros en el tosco garabato hecho por un niño en una servilleta: imaginación y fantasía, mundos lejanos a los que sólo podemos acceder mediante el poderoso (o tembloroso) trazo del lápiz; pero también una nueva forma de mirar la realidad, el cambiante mundo al que todos nos enfrentamos cotidianamente y frente al cual nos esforzamos en entrecerrar los ojos para poder entender el maltrato, el machismo, el racismo… y esa larga serie de –ismos ante los cuales es difícil quedarse de brazos cruzados. El garabato en movimiento, la extensión lógica de esto, se convierte en aquello que llamamos cine de animación. Escindido, pues, entre el fuerte poder de la ficción y el recurso a la realidad, capaz de hacernos reír y llorar con actores que nunca han sido reales, hace ya años que la afirmación de que los dibujos animados son “cosa de niños” no se sostiene en pie.
Desde hace diecisiete años (y especialmente, esta edición, dedicada a un paseo “a través de la realidad”), el Animac, la Muestra Internacional de Cine de Animación de Cataluña, se esfuerza en convertir la neblinosa capital lleidatana en un espacio de proyección, reunión y debate, consagrado a este tipo de animación sin prejuicios ni barreras, colindante con territorios tan lejanos (y a la vez, vaya, tan potencialmente similares) como los de la ficción, el videoarte o el arte experimental. Pues, como dijo Andy Glynne, joven promesa británica de la animación documental, el cine de animación muestra nuevos y estimulantes caminos a la hora de hablar de la realidad, aprovechando su enorme potencial expresivo, libre y sujeto sólo a los límites de nuestra imaginación.
Del 28 de febrero al 3 de marzo, Lleida ha acogido un Festival de cine Animac pequeño pero completo, dedicado a la exploración de muchas de las ramas, actuales y clásicas, de este cine tan particular; pero también preparado para el encuentro entre artistas consagrados y jóvenes animadores, o abierto a la mirada inocente de uno de los miles de niños que han asistido a las sesiones infantiles matutinas.
Repartidas entre el centro de convenciones de la Llotja, centro neurálgico de la Mostra, y el Espacio CaixaForum, las proyecciones de películas y cortometrajes se han sucedido sin descanso durante cuatro intensos días, mostrándose en especial las diversas aproximaciones a la realidad (y, sobre todo, a sus problemas) efectuadas por algunos de los mejores autores del mundo. Así, la proyección de filmes ya clásicos como las francesas “Persépolis” o “Vals con Bashir” y la japonesa “La tumba de las luciérnagas”, aparte de recordarnos, como en general todas las secciones de la Mostra, por qué Francia se sitúa a la cabeza en cuanto a animación valiente, nos han mostrado cómo la animación, sin rebajar ni un ápice el dramatismo de los hechos, consigue reordenarlos y explicarlos de una manera tan creativa y original que se alcanzan verdaderas cotas de brillantez (desde la ironía de Marjane Satrapi hasta el estilo clásico y emotivo del Studio Ghibli).
Como plato fuerte de la Mostra, se ha prestado atención a una brillante hornada de filmes actuales, la mayoría de ellos producidos en esa Centroeuropa que tan castigada ha sido por la realidad en los últimos años, como “Crulic” (doloroso retrato de una equivocación legal que demuestra hasta qué punto puede ser injusta la justicia, casi un poema animado dedicado al muerto en huelga de hambre Claudio Crulic), “Alois Nebel” o “Tito on Ice” (documental-animación que ironiza acerca del puzzle en el que se ha convertido la antigua Yugoslavia); miradas a la realidad en ocasiones experimentales y en otras directas, a veces optimistas y en muchos casos oscuras, que encuentran su contraplano más colorido en el filme que inauguró la Mostra, “A Liar’s Autobiography”, documental animado por catorce estudios ingleses, que entre chistes y orgías, entre cultura y pedorretas, conforma la autobiografía de Graham Chapman, miembro de los Monty Python cuyas alternativamente súper inteligencia y súper homosexualidad garantizan hora y media de risas y caras de asombro, aparte de evidentemente una forma más, desatada y sorprendente, de acercarse al que probablemente sea el mejor grupo cómico de la historia.
Sumándose a estos largos, El Festival de cine Animac 2013 ha proyectado una treintena de cortos de animación documental, tanto clásicos (espectacular, por su antigüedad y valor, “The Sinking of the Lusitania”, de Windsor McCay, uno de los primeros animadores de la historia), como contemporáneos (algunos más reivindicativos, otros más personales y poéticos, todos ellos de una gran calidad tanto en animación como en concepto, demostrando la incesante creatividad que posee la industria de la animación independiente). Sumándose a estas proyecciones, una serie de invitados de excepción (con los cuales se podía desayunar o pasear por la Llotja tranquilamente, en línea con el carácter familiar e íntimo pero riguroso de la Mostra) ha completado el debate acerca de la animación documental, protagonizando una serie de conferencias acerca de sus respectivas obras, sus maneras de entender la animación en su convergencia con la realidad y sus técnicas.
Así, gente como Theodore Ushev (invitado de honor, joven promesa de la animación canadiense centrado en el documental comprometido, el cual impartió una Master Class y fue objeto de una completa retrospectiva), el mencionado Andy Glynne (inglés que se ha enfrentado de manera creativa y valiente, aprovechando los recursos de la animación, a temas tan espinosos como las enfermedades mentales o la inmigración infantil) o Michèle Lemieux (la cual presentó su “pantalla de agujas”, método de animación exhaustivo que merece la pena ver en acción) han completado la rama más documental de una Mostra valiente en su apuesta por el cine independiente, rigurosa en la selección de los temas y, sobre todo, estimulante en su constante apuesta por la animación de calidad, acogedora frente al frío reinante en las antiguas calles que bordean el río Segre.
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