domingo , octubre 6 2024

Érase una vez en Anatolia. Simpleza o complejidad de las personalidades

«Érase una vez en Anatolia» no es ni cuento ni una fábula tal cual, como podría entenderse por su nombre, o sí, depende como se mire, porque la vida y sus capítulos se pueden mirar como un cuento de lo vivido y acontecido,  y dependiendo de cómo se narre puede ser una fábula, aquí hay un poco de todo. Nos cuenta pausadamente los hechos acaecidos en el desarrollo de una investigación llevada a cabo por un fiscal, policías y un médico junto a los detenidos y así encontrar el cadáver del homicidio a resolver deambulando por unas carreteras solitarias en medio de una noche oscura.

Pero si que fabula sobre esos hechos cambiando constantemente de escenarios, juega con la  ambigüedad,  con el despiste del género humano, con pistas que van y vienen y que no se detienen a evaluar en el momento oportuno simplemente buscando un paraje con un árbol determinado como si de un cuento realmente se tratase, donde un referente existe.

El director de «Érase una vez en Anatolia» se ha recreado en esos primeros planos, donde enfoca unos paisajes mandando mensajes, y unos pequeñísimos detalles que esconden los sentimientos, las dudas, los miedos e inseguridades de los personajes que con largos silencios nos hablan de su semblante y de su carácter.

Érase una vez en Anatolia

La lentitud de la cámara al recorrer los paisajes totalmente inertes es fiel reflejo de lo pausado de la investigación en curso y de la calma que se toma para ello, aunque algunos de los afectados no se lo tome así, y se altere con facilidad, pero al final sea el más comprensivo.

Hay una secuencia de una manzana rodando y cayendo al agua, bajando por el rio sin rumbo, como si de una metáfora se tratase ese recorrido que no es otro que el mismo de la investigación llevada en ese instante, donde las pistas no llevan a ninguna parte y se mueven sin sentido ni lógica, hasta que llega a un punto,  se para y se detiene junto a otras manzanas ya amontonadas, por la tensión se acumula como las frutas en el agua junto a las piedras, pero finalmente encuentran su camino y el caso finalmente se resolverá.

Cómo la cotidianidad y las banalidades inundan las conversaciones para que de ahí sacar conclusiones personales del caso en cuestión y de todo lo que le rodea, las personalidades ocultas que con el trascurso de las horas en convivencia va saliendo para mostrarse a cara descubierta.

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«Érase una vez en Anatolia» es una película donde los actores se van desnudando y abriendo poco a poco, contándonos minuciosamente y con sutileza su interior, su personalidad, cada uno distinta, sus enigmas, sus secretos, al final todo queda abierto expuesto a que el espectador especule como es cada uno, y reflexione al respecto de lo transcurrido con anterioridad, en todas las seguidas y sufridas esa noche.

Personalidades muy distintas que se van comparando con el pasar del metraje, el cuál es extenso, pero no resulta pesado pues las historias enganchan, y da tiempo a conocer las flaquezas de cada uno y lo que se esconde detrás de cada mirada de cada palabra.

Expone con naturalidad como el género humano puede ser simple o complicado al mismo tiempo, desvelando así lo complejo de la humanidad, dando pistas poco a poco de su interior que sale a flote en situaciones extremas o pasado el tiempo el reposo de lo pensado y sucedido dará cabida a la explosión de lo guardado. Además de hacer un buen desglose de las jerarquías de poder en los estamentos que se muestran, policía, fiscalía, médicos, etc.

En ocasiones la historia se me antoja una tragicomedia, pero en el fondo no tiene nada de cómico, forense que se olvida de los utensilios de trabajo, chascarrillos de parecidos a actores de medio de una declaración del fiscal, conversaciones banales sobre un yogur delante de un detenido, inventarse una historia de un amigo cuando de sobra se entiende que el personaje en cuestión es quien lo cuenta, y todo ello tapando de fondo un crimen. La vida en sí es surrealista pero el sentido del humor ayuda en muchas situaciones.

El director de cine turco Nuri Bilge Ceylan es un habitual del Festival de Cannes, ha obtenido grandes críticas en casi en  toda su filmografía ya en el 2003 obtuvo El Gran Premio del Jurado, Mejor Actor (ex-aequo: Muzaffer Özdemir, Emin Toprak) por “Lejano»,  en el 2006 FIPRESCI por “Los climas”, en el 2008 Mejor Director por “Tres monos” y en el 2011 Gran Premio del Jurado (Ex aequo) por la película que hoy nos ocupa este texto.

Una Crítica de cine de Susana Peral.

La Crítica de Ricardo Jornet.

 

 

 

Acerca de Susana Peral

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