Se estrenó ayer en los cines españoles «Trance», la última película del director de películas como «127 horas» (2010), «28 días después» (2002) ó «Trainspotting» (1996). En 2008, con su película «Slumdog millonaire», Danny Boyle ganó el oscar a mejor película y director.
En esta ocasión, nos cuenta la vida de Simon (James McAvoy), el cual trabaja en una casa de subastas que es atracada por una experta y violenta banda criminal mientras subastaban el cuadro “Vuelo de brujas” de Goya. Pero, aunque le han intentado inculcar que una vida humana vale más que una obra de arte, él intenta impedir el robo, sufriendo un fuerte golpe en la cabeza.
Cuando Simon se despierta, no recuerda nada de lo sucedido, por mucho que le intenten sonsacar la localización del cuadro la banda encabezada por Frank (Vincent Cassel). Como última alternativa, acudirán a una hipnoterapeuta (Rosario Dawson) para averiguar el paradero del valioso cuadro del pintor español.
«Trance» arranca con la voz en off del protagonista (McAvoy, «X-Men: Primera generación», 2011), con un ritmo trepidante y contándonos de manera sumamente divertida cómo eran antiguamente los atracos; añadiendo que a la vez que se perfeccionan y aumentan las medidas de seguridad, en la misma proporción lo hacen los ladrones, debiendo conservar la misma resolución e iniciativa que servían antaño.
Pero una vez cometido el atraco y descubriendo la amnesia parcial de Simon y que debe someterse a hipnosis, empieza a deformarse la realidad; jugando con un espectador que en ningún momento sabe a ciencia cierta si lo que está viendo es real o fruto de la imaginación del protagonista. El director juega con esto, bombardeando la pantalla con imágenes confusas (que sólo se aclaran cuando conoces el final) y acompañadas de una trepidante música que te impide bajar el ritmo de atención.
Otro factor que impide bajar el ritmo de atención y desconectar de este laberinto de sueños, mentiras y falsos recuerdos es la atractiva Rosario Dawson («Zooloco», 2001); la cual se marca, muy posiblemente, la mejor actuación de su carrera, donde encarna a una hipnoterapeuta con mucho que ofrecer pero también mucho que ocultar. Por si su presencia no fuera suficiente, Boyle termina de enganchar a los rezagados con una secuencia que se grabará en las retinas de los espectadores mucho tiempo.
Una vez que comienzan las sesiones de hipnosis, la película se transforma, dejando de ser una película más de atracos para convertirse en un auténtico dolor de cabeza.
Últimamente, cada vez es más habitual encontrar guiones con giros ya no sólo inesperados, sino cada vez más retorcidos y absurdos, con el fin de sorprender al espectador y que nunca conozca quien es el villano o cómo va a terminar la historia. Pero una cosa es un giro de guión plausible y asumible dentro de la historia, y otra cosa es lo que nos intenta meter con calzador el director, a través de una espiral de giros de guión y cambios de intereses que acabas deseando ser tú el hipnotizado y que a nadie se le ocurra chascar los dedos.
En definitiva, la película hará las delicias de los que apuestan por la imagen antes del guión, y que presumen de conocer el final de una historia a pesar de los múltiples y caóticos giros de la trama. El resto se quedará sintiéndose estafado.
Lo mejor: El inicio de la cinta, tan electrizante y pareciendo prometerte que el ritmo no va a decaer.
Lo peor: Que al final sí decae, sumergiéndose en una espiral de giros de guión y vueltas de tuerca que acaban mareando al espectador.
Nota: 4
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La película empieza bien pero pronto se pierde en toda una colección de escenas oníricas y el misterio termina, finalmente, en un sinsentido que no tiene ni pies ni cabeza. Mejores guiones, por favor. Oque al menos tengan coherencia…