Os traemos el esperado análisis de la nueva película de Sofía Coppola, «The Bling Ring», protagonizada por Emma Watson.
Casualidad o no, ya van tres películas este año que abordan la perversión del mito del sueño americano desde una perspectiva autoral. Sofia Coppola suma su particular mirada a las propuestas de Harmony Korine (Spring Breakers) y Michael Bay (Pain & Gain), que en sus trabajos más recientes representaban la rotura de ciertas iconoclasias con relatos de experiencias vitales emplazadas en los recovecos de contextos superficiales socialmente convertidos en religión hasta niveles, en ocasiones, enfermizos, como las vacaciones primaverales universitarias o el culto al cuerpo.
Coppola aborda esta misma temática desde un ángulo diferente, ya que las protagonistas de esta historia pertenecen a la parte alta de la escala social, no necesitan una forma de abrirse camino en la vida porque pueden comprarlo con dinero. El tema central de The Bling Ring no es, entonces, la culminación de una aspiración, sino qué ocurre cuando alguien se ve reflejado en ella y que, aún así, no resulte suficiente.
Salvo en Las Vírgenes Suicidas, Sofia Coppola ha trufado su filmografía con una mirada crepuscular del concepto del star system, especialmente evidente en Lost in Translation y Somewhere, aunque a veces la estridencia estética y formal de su puesta en escena acaban devorando la riqueza de sus ideas, como ocurre en María Antonieta o, sin ir más lejos, en la misma The Bling Ring. En la película se mezclan sugestivamente ideas contrapuestas, realidad con deseo, necesidad con codicia, materialidad con espiritualidad, pero siempre de un modo transitorio y sin voluntad crítica ni reflexiva.
El guión no va más allá del artículo de Vanity Fair que lo inspira ya que, una vez planteada la idea, el film entra en una dinámica cíclica de la que no sabe salir hasta el final. La elección de plantar la cámara y observar sin emitir juicio, ni posicionarse moralmente, ni indagar en una posible patología social es una elección perfectamente lícita, pero hace que los personajes discurran por la pantalla sin nada que ofrecer a parte de una rutina inocua: irrumpen en la casa de un famoso, roban ropa y complementos, recitan marcas caras, salen de fiesta y vuelven a empezar hasta que al final los cogen. Fin.
La película carece de arbitrariedad que necesitaba para convertirse en algo más que una anécdota demasiado larga, y solo se hace digerible por la energía que transmiten sus imágenes, algunos resquicios de comicidad de la mano de Emma Watson y por un atisbo de reflexión en el tramo final en la que quizá hubiera valido la pena profundizar un poco. A falta de un auténtico arco argumental, era necesario plantearse algunos porqués o, al menos, una atención específica en los detalles, pero ya sea por comodidad, por no meterse en un jardín o porque simplemente para ella la historia era suficientemente interesante, en The Bling Ring Sofia Coppola se queda en una superficie que merecía la pena quebrar.
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