Stockholm es el segundo largo de Rodrigo Sorogoyen, codirigido esta vez con Borja Soler. A día de hoy, la referencia más clara que deja Sorogoyen en el mundo audiovisual está en esas series irritantes para televisión (Frágiles, La pecera de Eva…). En Stockholm, Sorogoyen hace cine y muestra cine, pero hay algo que claramente se le cuela y ensucia la película, y no es otra que su influencia televisiva. Stockholm se estructura en el desgastado y mágico mundo del chico conoce a chica. El (Javier Pereira), un chico del que solo sabemos como es, gracias a lo que la cámara nos muestra. Es un chico libre, vividor, de esos que siempre ligan cuando salen de fiesta. Ella (Aura Garrido), una chica en la que enseguida se intuye la extrañeza y la inseguridad.
Lo acertado de la película es su crudeza a la hora de contarlo. ¿Y si el chico perfecto hace uso de su agilidad en la conquista?. Cualquier chica con ganas de fiesta caería rendida ante él. Pero el se fija en Ella, una chica que no es diferente a las demás(algo imposible). Ella, es una chica cansada de recibir ordenes. Después de pasar una larga temporada sin salir de casa (algo que no se explica), decide salir con sus amigas. El y Ella se conocen y comienza un juego al que todos hemos jugado, por ello, es fácil empatizar con ambos personajes. El cree que su juego es redondo y no puede perder, pero ella no se rinde y llega hasta el final. Si El juega con Ella la noche en que se conocen, Ella no es menos y toma su posición, sobrevalorando una victoria inútil y al final… consiguiendo aliviar su sufrimiento.
En definitiva, Stockholm empieza siendo una simple historia que se va cargando de fuerza a la vez que crece y termina precipitándose al vacío. Dos puntos que me han llamado la atención son la luz… blanca, sin texturas y muy homogénea, que tarda en meterse en la película, pero que al final lo consigue, dando la sensación de vivir en una gran nube, como en el mundo en el que viven El y Ella. El otro punto a destacar es la actriz Aura Garrido. Con una soberbia puesta en escena, el peso de la película recae sobre su personaje. Cada gesto o cada mirada suya, hace seguir el hilo de la historia hasta el final
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