martes , septiembre 17 2024

Crítica de A Propósito de Llewyn Davis. Colgadme, por favor

Nuestro redactor Ricardo Jornet analiza el último trabajo de los Hermanos Coen, quizás uno de los mejores de su carrera.

En La lucha contra el demonio, Stefan Zweig sugiere una división en dos categorías de las mentes creadoras: por un lado estarían aquellas que consiguen estar en sintonía con su época, venciendo al “demonio” de la creatividad que invariablemente empujaría a los artistas hacia la locura y el desarraigo; por otro, autores como Nietzsche, mentes adelantadas a su época que no llegan a encajar en ella y se pierden en su búsqueda de lo sublime, lo inasible, lo que no es de este mundo.

Preñada de melancolía en su retrato brillante de las vicisitudes de un cantante folk fuera de su tiempo, A propósito de Llewyn Davis es quizás una de las mejores películas de la ya de por sí espectacular carrera de los hermanos Coen y también una oda emocionante pero equilibrada al paradigma del artista errante con alergia a los colchones burgueses, figura trágica que representaría con enorme fuerza la segunda categoría de artistas definida por Zweig.

Crítica de A propósito de Llewyn Davis

Perdido en el Greenwich Village neoyorquino de principios de los sesenta, justo antes de la explosión del folk combativo de Bob Dylan, Llewyn Davis (perfecto Oscar Isaac que además compone y canta, y muy bien) vaga sin un rumbo definido entre casas de amigos intelectuales, novias enfurecidas, conocidos lejanos y demás tropa artsie que invadiría este barrio de la Gran Manzana en ese incierto periodo de tiempo entre el florecimiento de las ideas beat  de Kerouac y compañía y el estallido hippie  y contracultural de la segunda mitad de la década.

Vislumbrando quizás el éxito que más tarde llegaría a alcanzar un arte tradicional cuyo culto estaba entonces todavía limitado a algunos círculos selectos, Llewyn se enfrenta con su orgullo (y en la mayoría de ocasiones pierde estrepitosamente) a los inicios de un stablishment musical simbolizado por la figura del productor-tiburón que sólo busca el próximo éxito radiofónico; en esencia, el filme nos narra la relación de un personaje con un ambiente al cual, en este caso, se niega a adaptarse, tema que en mayor o menor medida ha venido recorriendo la filmografía de los Coen (pensemos en esa especie de determinismo de América profunda de Fargo o, especialmente, al combativo sheriff de No es país para viejos, casos en los que la adaptación al ambiente desembocaba en un estallido de violencia que se justificaba, precisamente, porque así nos hemos criado).

Organizada, pues, más como retrato de cómo unas condiciones culturales e históricas afectan al espíritu de un ser humano que como mero biopic (no olvidemos que en el centro del personaje de Isaac está Dave Van Ronk, cantante folk del cual toma prestadas algunas canciones y ciertos aspectos de la personalidad), A propósito de Llewyn Davis oscila entre la comedia y el drama (en un equilibrio que sólo los Coen saben generar tan bien) y entre lo concreto y lo abstracto (por ejemplo, el surrealista viaje con un alucinado John Goodman o los encuentros con un gato que acaba torturando al protagonista, e incluso la decisión de convertir toda la trama en un eslabón dentro de una narración cíclica que intuimos se repetirá hasta el fin de los tiempos).

Inside-Llewyn-Davis-imagen

El filme se sitúa, pues, en un punto intermedio entre el documento histórico (no nos engañemos: la reproducción del Nueva York de la época es magnífica, la banda sonora espectacular y el espíritu de la época se ve plasmado a las mil maravillas) y algo más evocativo y abstracto, el intento de transmitir el alma poética de Llewyn.

Y aunque algunos de los tics autorales de los Coen aparezcan diluidos en esta mezcla, podemos garantizar que algunas de las características de su cine aparecen con enorme fuerza. Encontramos, como ellos mismos han comentado, un sucesor espiritual de su otro musical, O’ Brother, que también intentaba definir un momento de la historia estadounidense a través de la música tradicional; y encontramos, por supuesto, a un plantel de secundarios de lujo que contribuyen, unos más que otros, a crisparle un poquito más los nervios al joven cantante de folk: Carey Mulligan, literalmente radiante, un sorprendente Justin Timberlake y, como ya hemos comentado anteriormente, un John Goodman que una vez más vuelve a rozar los límites del histrionismo con una interpretación antológica.

Al final, A propósito de Llewyn Davis no nos parece, como se ha dicho, una pequeña joya dentro de la carrera de los hermanos Coen, sino un diamante sin pulir que hace que se superen y sirve además como perfecto compendio de toda su carrera anterior, empeñada entre otras cosas en narrar la historia de los Estados Unidos buscando siempre lo extravagante dentro de lo tradicional. Los últimos compases, que no revelaremos pero en los cuales podemos adelantar que los cineastas se han reservado un giro entre irónico y cruel del destino, nos devuelven cíclicamente, como ya hemos mencionado, al inicio de la historia, ahorrándole un sino trágico concreto a Llewyn Davis y haciendo que continúe girando sin parar, atrapado por sus ideales, abandonado por los demás, como esa rolling stone a la que Dylan cantaría sólo unos pocos años después.

Una Crítica de cine de Ricardo Jornet.

 

Acerca de Ricardo Jornet

Simpático redactor de Cineralia; no tan simpático estudiante de cine.

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