Novela sobre la que se estrenó el año pasado la película del mismo título, pre-estrenada en el festival de Málaga (2012), dirigida por Henning Carlsen.
Con Emilio Echevarría, Geraldine Chaplin Paola Medina, Olivia Molina y Ángela Molina.
Escrita con 77 años, Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez rinde homenaje al premio nobel japonés Yasunari Kawabata y su también novela corta La casa de las bellas durmientes. Fue escrita y publicada en el año 2004, cuando al premio Nobel contaba con 77 años de edad.
La edición en España, de 2004, es excelente. El color de la tapa dura, la imagen de portada, la primera frase del libro, el papel, parecen elegidos para contar exclusivamente esta historia del escritor colombiano.
Se trata de un librito de cien páginas, y como tal reduce casi todos los elementos de la novela: en un pequeño párrafo puede fácilmente contar la ascendencia del personaje y la descripción del lugar donde vive. Es un libro que puede ser leído sin pausa, en cinco minutos lees casi el 10% inicial del mismo, que tan importante suele ser para una novela. El sabio se nos presenta como un trabajador de un periódico de Barranquilla (Colombia) de noventa años de edad, que lleva desde los treinta viviendo sólo.
Con la claridad engalanada de sus libros y la nota confiada en la voz de sus personajes, García Márquez desnuda un material único en una habitación común, decidido como siempre a ponerle nombre propio a lo ajeno. Para quien conoce las grandes novelas de García Márquez, puede ser escaso. Para quien entra en su obra por primera vez, es difícil imaginar. Durante bastantes páginas parece que el libro es un lugar que el autor aprovecha para guardar cosas que quería mencionar.
El estilo de vergüenza y autoconocimiento de un redactor de periódico que debe de escribir sobre su noventa cumpleaños, sin mérito ni brillo. Reconocer la vejez es un hecho imprevisible, cuando sucede se convierte en un velo en movimiento pero fijo. El tiempo se encoge a distintas velocidades, una por cada una de las personas que aún recordamos.
No es un relato al uso de una historia de amor. Aquí el enamoramiento no permite que la persona deseada tenga voz, casi nada sabemos de ella en todo el libro. Lo que nos hace preguntarnos: ¿hay algún querer que no sea egoísta, individual? Los delirios de una tercera edad no tienen que ver con la dignidad. El amor es un signo del zodíaco. “Ay de mí, si es amor, cuánto atormenta”.
Es un paso hacia donde él ha querido. Un trabajo difícil como verse en fotografías, rodeado de otros, muertos o vivos. En la confusión final las últimas páginas son la maravilla.
Una Crítica literaria de Alfonso García.