Nuestra redactora Susana Peral analiza para Cineralia la película documental El Último de los injustos. De estrenos en cines este fin de semana.
Si hace unos meses teníamos en la cartelera de cine a Hannah Arendt, con gran aceptación del público, ahora en El Último de los injustos se nos plantea una recreación más de los hechos acontecidos durante años anteriores y posteriores a la Segunda Guerra Mundial para los judíos, desde la perspectiva vivida de Benjamin Murmelstein, el último presidente del Consejo Judío del campo de concentración de Theresienstadt.
Una cinta con unos relatos inteligentes, escalofriantes y cautivadores en primera persona por el protagonista, Murmelstein, que se extienden a nada más y nada menos que 220 minutos de metraje. El Último de los injustos está dirigida por Claude Lanzmann un experto en el género documental. Esta propuesta viene de la mano de Avalon Distribución Audiovisual que durante el año 2013 ha traído a nuestro país varios documentales con mucho peso y teniendo muy buena acogida en cartelera.
El último de los injustos son las declaraciones de Benjamin Murmelstein durante sus años como último presidente del consejo Judío, y el único que sobrevivió al mismo, del campo de concentración Theresienstadt cercano a Praga que existió del año 1941 a 1945.
Son conversaciones grabadas en su exilio en Roma con el director del documental en 1975 y que quedaron fuera del documental de Shoah y Claude Lanzmann pasados más de treinta años de esta grabación no quería que quedaran fuera del alcance y conocimiento del público. En El Último de los injustos se recrean lo hechos que precedieron, ya que la historia viene de largo, a este campo de concentración y los posteriores, sus razones para crearlo y sus consecuencias para los que allí habitaron.
Este campo de concentración que todos en aquella época quisieron poner como ejemplo modélico para recuperar la vida de muchas personas, aquí expone como era meramente eso un gueto para apartar como siempre a los judíos por parte de los alemanes. Y como bien dice Murmelstein, trabajar lo hacían pero a costa de qué, de su vida.
En El Último de los injustos se rescatan imágenes propagandistas que el gobierno nazi grababa para vender sus buenas intenciones al mundo exterior que distaba mucho del interior, donde la reclusión era su única forma de vida antes de ser enviados a su final o una posible liberación, que no llegaba en todos los casos.
Si en Hannah Arendt, Eichmann era dibujado como una mera banalidad del mal, pero no culpable. En El Último de los injustos todo lo contrario Murmelstein le retrata como un hombre sin compasión y con unos objetivos fijados por él mismo para subir escalones en su carrera, nada de ser un mandado ni un burócrata ni mucho menos, el mal con todas sus letras y sin piedad. La filosofa política en este caso no queda muy bien parada por el narrador.
A muchos estoy seguro que le asusta el hecho de un metraje tan extenso pero os puedo asegurar que los minutos se rinden a nuestro paso según nos introducimos en la historia, ya que además el director de El Último de los injustos ha sabido combinar su narración literaria pasada y presente de lo que fueron esos años, con las conversaciones y sobre todo con el efecto actual de las cámaras por lugares que se narran y hacen hacernos una composición de lugar de aquellos penosos años y acontecimientos históricos que no se deben olvidar y para ello este documental.
Ver los lugares en la actualidad recorrido con las cámaras te hace evadirte de tanto dramatismo pero sin desconectar de lo ocurrido; hace que la imaginación vuele en esos espacios ahora vacíos pero que un día fueron un hogar a primeras luces abierta pero tan cerrada como una prisión sin alas que conseguir para volar en su necesaria libertad.
Una Crítica de El Último de los injustos de Susana Peral.