En Monuments Men la guerra en sí no juega un gran significado si no fuera por las consecuencias que ella trae y el ansia de poder de algunos.
Esta semana parece que los directores han querido que Alemania estuviera muy presente en los guiones de las películas que se estrenan, a veces puro azar pero se une, además de tener Al nacer el día un drama humano de los judíos, y en este caso en Monuments Men la liberación de las obras de arte que los alemanes querían para su propiedad durante la Segunda Guerra Mundial.
Monuments Men está situada a finales de la II Guerra Mundial (1939-45), un selecto grupo de historiadores y expertos en arte, europeos y norteamericanos, tienen una misión: recuperar las obras de artes saqueadas por los nazis durante los años de la guerra y devolverlas a su lugar de origen.
Es una labor complicada porque el número de obras es altísima y no se encuentran indicios de donde se pueden encontrar, además teniendo en cuenta que es una lucha contra reloj ya que el ejército alemán tiene orden de destruirlas si el Reich cae. Hay un mandato mayor, que es anteponer la vida de cada uno de ellos ante la misión, pero finalmente eso no es posible, pues el valor del arte para ellos es mayor que su propia vida.
En Monuments Men la guerra en sí no juega un gran significado si no fuera por las consecuencias que ella trae y el ansia de poder de algunos, inclusive acarreando con ello la destrucción del arte que es cultura y que no se valora en muchas ocasiones, y menos si es moderno como se ve reflejado en la historia real que nos narra. Lo que más emociona en Monuments Men, es el hecho de la recuperación de esas obras y que sean devueltas a su lugar de origen no que quien las recupere se apodere de ellas, es como si fuera un acto digno para reconocer el valor del arte en su momento y lugar.
Monuments Men tiene mucho de su director y protagonista, George Clooney. Le gusta basar sus guiones en hechos reales o adaptaciones literarias, aquí todo un hecho real, para muchos desconocido, además contiene muchos puntos característicos en su director, la lentitud del relato, que en ocasiones hace bajar la intensidad de la trama, y el sarcasmo que utiliza en sus personajes, sello característico de su cine detrás de la cámara. Así como ser parte del elenco de actores.
Y sin olvidarnos que la música de Monuments Men corresponde al archiconocido Alexandre Desplat, que marca muchas secuencias con esas melodías que empatizarán con el espectador, no siendo la primera vez que director y compositor trabajan juntos.
Una de las partes que más desencaja con la historia y con los años que se narran, son la recreación en vestuario y fondos, a mi parecer lo veo demasiado actual si nos remontamos 70 años atrás, no me veo inmersa en una historia de aquella fecha, y eso es algo que me retrae a la hora de meterme en la historia.
Si bien es cierto que en los créditos finales de Monuments Men ya avisan que lo que se acaba de visionar no todo es realidad, al pensar que está basado en hechos reales, uno mentalmente le intenta dar más credibilidad y veracidad a los actos, pero si no son centramos en la forma de narración todo un tanto light y a veces incluso tan fácil, se me antoja una recreación parcial de los hechos.
Sobre todo, en la parte irónica de los textos, marca de la casa de George Clooney, al menos al verla doblada los diálogos parecen muchos más sencillos de lo que si cabría esperar. Pero si bien, dentro de la narración, algo que también le gusta mucho a su director, su voz en off es lo que nos mantiene más expectantes con la historia, un discurso a veces incluso poético que contrasta con las imágenes y que en verdad le hace atractivo, por lo tanto, tenemos una cal y otra de arena.
El elenco de Monuments Men no hay que dejarlo atrás, importantísimo se ha rodeado de grandes rostros conocidos para dar más empaque al guión, pero si bien cada uno tiene un matiz totalmente distinto, yo destacaría la actuación de Cate Blanchett, la única mujer del reparto y que en pantalla todo hay que decirlo plasma mucho más que el resto de sus compañeros.
En momentos las representaciones parecen parodias, pero siempre hay un trasfondo intenso en ellas, que seguramente necesiten de un segundo visionado para darle su relativa importancia.
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