Una mirada hacia un mundo paralelo es lo que nos pinta el director de cine Hans-Christian Schmid en su película ¿Qué nos queda?
Ni todo es blanco ni negro, las medias tonalidades pintan nuestros días, dándole así una parte positiva y negativa, compensándose; pero la vida se nos pinta de color rosa y casi siempre es un camino de espinas, donde surcarlas en meramente un saber paliar los malos momentos para olvidarlos con los instantes de felicidad que nos brindan los días; pero ¿somos todos capaces de reaccionar ante las adversidades, enfrentarnos a las enfermedades, a las trabas que nos pone la existencia? O ¿tapamos todo ello con mentiras y construimos un mundo falso y paralelo para sobrevivir y estar en una constante utopía?
En la película ¿Qué nos queda? los dramas dentro de la familia se solapan con las mentiras y se sufragan con las mismas viviendo en un mundo irreal, aunque alerta siempre de los peligros que vivir fuera de la realidad puede conllevar, todo ello dentro de lo que podríamos catalogar una familia de ensueño.
En ¿Qué nos queda? Marko está viviendo una época de su vida de contrapuntos, por una parte es muy feliz porque acaban de publicar su primer libro, pero su relación con su mujer se ha roto, y ahora vive solo en un pequeño apartamento, algo que no ha contado a su familia. No tiene demasiada relación con sus padres ni con su hermano que no saben nada de lo que le ocurre, pero ese fin de semana le toca tener a su hijo y decide ir a visitar a sus padres para que tengan un mayor contacto con el. El amor de padre e hijo es latente, y quiere que tenga relación con su familia y la distancia no exista entre ellos, como le sucede a él.
Todo parece idílico en ese reencuentro familiar, el pequeño se encuentra bien con sus abuelos, su tío y la novia de éste. Los hermanos parecen tener un acercamiento, pero todo se derrumba ante los tres hombres adultos de la casa, cuando la madre les anuncia, que ha decidido abandonar la medicación que tomaba para su enfermedad psiquiátrica, de hecho ya lleva un mes sin tomarla. A cada uno de ellos se les viene el mundo encima, pero son tan diferentes que lo enfocan de distinta manera, al igual que han llevado la enfermedad años atrás.
El guiónde ¿Qué nos queda? tiene un enfoque directo al pasado, a ver cómo los años anteriores afectaron a cada uno de los protagonistas como vivió cada cual esa etapa donde apareció una enfermedad en la familia, porque no solo lo sufren quien lo padece, si no que es extensivo a los demás, eso sí cada uno tiene una forma distinta de vivirla, de evadirla, de entenderla incluso de respetarla.
El director de ¿Qué nos queda? ha querido exponer como siendo hijos, criados por los mismos padres, las diferencias son grandes y latentes, uno su refugio es la preocupación el otro todo lo contrario no saber nada al respecto, como el que dice ojos que no ven corazón que no siente. Se respetan hasta que de nuevo los problemas aparecen y descubren en su interior anida un rencor que sacan, como siempre en el peor momento. Pero lo peor queda por llegar al darse cuenta que toda su vida cotidiana se sustenta a base de mentiras, o de ocultar la verdad, que al final es lo mismo.
¿Qué nos queda? es un film sosegado en forma, intenso en contenido, y mezcla de templanza y arranque emocional en su síntesis, además de mostrar un final con una gran comprensión emocional ante los acontecimientos que subyacen en el interior de cada uno de los protagonistas, que cada uno tiene una reacción distinta, eso sí la palabra no es lo más sobresaliente de la cinta, lo más soberbio son los silencios que muestran el sufrimiento intrínseco de cada uno, ahora cuando la palabra aparece es hiriente hasta más no poder.
¿Qué nos queda? Es un drama contemporáneo sostenido por las actuales enfermedades psiquiátricas que cada vez son más latentes en nuestra sociedad, y que es necesario para poder entender el sufrimiento existente en esas familias. La cinta está marcada por unas actuaciones pausadas que marcan el ritmo de la trama y de los sentimientos escondidos.
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