Una vida en tres días es el último trabajo del director Jason Reitman que ha dejado la comedia para profundizar en un drama.
Donde además se dan cabida muchos sentimientos encontrados como son el amor, la tolerancia y el respeto.
Adele (Kate Winslet) vive junto a su hijo Henry (Gattlin Griffith), un joven de 13 años. Su separación la ha dejado inmersa en una profunda depresión, que su hijo intenta paliar con la mayor de sus virtudes la imaginación y el amor que profesa hacia ella. La vida les da un cambio de tuerca total cuando justo el día que tienen que salir a hacer la compra, cosa que solo realizan una vez al mes para que Adele no tenga que salir a la calle, un hombre llamado Frank (Josh Brolin) les pide ayuda y cobijo en su casa durante ese día, confesándoles que está en busca y captura. La relación que estas tres personas vivirán dentro de esas cuatro paredes durante los días que estén juntos, marcará su destino, para bien o para mal.
Una vida en tres días no es una drama puro y duro, si no que la sentimentalidad de las situaciones que se viven son mucho más intensas a la par que emotivas, viendo que incluso en circunstancias dramáticas puede incluso surgir una luz para salir de un túnel.
La esencia de la vida puede ser derrotada de la misma manera que remontada, aquí está la virtud del ser humano hundirse y levantarse al mismo son, incluso de la manera más inesperada y así lo muestra el guión de Jason Reitman que plasma como se sale de las adversidades de la vida, y sobre todo muestra como no se debe prejuzgar a las personas sin antes conocerlas.
El destino y el azar parecen ser imprescindible en Una vida en tres días, pues aunque parezca que todo vaya hilado en la vida, aquí encaramos como un día cualquiera puede ser distinto dependiendo de la decisión que se tome, acertada o no, eso ya lo dirá el tiempo.
El personaje que tiene Kate Winslet no es nada fácil, pero lo saca con soltura y además sorprende, de hecho Una vida en tres días, ha sacado a esta actriz de su registro sumergiéndola en un papel mucho más maduro y constructivo, donde da solvencia a los problemas derivados de los traumas por las vivencias pasadas, que solo se sacan a flote con personas con las que se consigue tener confianza, y ese puede ser incluso un extraño.
El papel de Kate Winslet encierra muchos enigmas que se irán desmenuzando a medida que el guión avanza, y nos va dejando pequeñas dosis para conocer ese encierro emocional que contiene esa persona, y que sin querer está trasmitiendo a su hijo. Y ese goteo de información es el que hace que estés pendiente se seguir el metraje de Una vida en tres días, para ver como se solventa una situación a primeras luces complicada que incluso pudiera contener algún que otro toque de thriller.
Gattlin Griffith tiene un papel fundamental aquí el va pautando en mucho casos los ritmos, narrando en su imaginación las historias que suceden a espaldas de él, lo que anhela y desea, y la madurez que ha conseguido con tan solo 13 años, pero aún así mantiene esa inocencia que le hace incluso a veces vulnerable.
El director Jason Reitman no es la primera vez que introduce en sus películas el temprano madurar en los jóvenes, además de aquí, en Una vida en tres días, en Juno ya lo encajó a la perfección dando una lección de elegancia ante una temática tan delicada. Aquí no ha perdido esa faceta, pues la suavidad en tratar los temas mentales es palpable en cada secuencia, no hay mención hiriente, todo lo contrario, el tacto es increíble, dando de esta forma mucha más realidad y verosimilitud a las consecuencias de las enfermedades que se muestran, sin mencionar casi la temática, solo con imágenes y reflexiones.
Una vida en tres días en definitiva es una recomendable película, con actuaciones convincentes además de emotivas, sin llegar nunca a la lágrima fácil, pero si profundizando en la tolerancia, amor y respeto.
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