La secuela de 300, ha llegado a nuestras salas de cine con el nombre 300: El Origen De Un Imperio.
Para muchos la espera ha sido larga, intensa y confusa. En su momento corrieron rumores de cómo sería la película, de que dirección tomaría la historia, de quien sería el protagonista en esta ocasión. Pero el momento ya ha llegado. Tras siete interminables años, la secuela de 300 – adaptación, dirigida por Zack Snyder, de la serie limitada de cómics del mismo nombre de Frank Miller –, ha llegado a nuestros cines con el nombre 300: El Origen De Un Imperio.
Esta vez Snyder no ha podido dirigir el filme, aunque expresó su deseo de hacerlo, debido a sus compromisos con la producción del reboot de Superman, pero sí que ha podido ejercer las labores de producción y guión. Por lo tanto, Noam Murro, ha sido el encargado de dirigir esta segunda parte sobre la “historia” griega.
El principiante Murro no ha querido mojarse mucho en este proyecto y ha mantenido el estilo predominante de su precuela. Abundan los efectos visuales – increíbles, una vez más –, la estética, los ropajes de la época y las puestas en escena donde las batallas te paralizan el corazón. Las coreografías a golpe de puños y patadas, y los degollamientos a corte de espada son tan espléndidos como palpitantes siendo, sin embargo, demasiado surrealistas. Pero estamos pagando para ver un Blockbuster basado en un cómic; pedirle coherencia sería la mayor de las incoherencias por nuestra parte.
La película 300: El Origen De Un Imperio bien podríamos dividirla en dos partes. La primera mitad del filme es muy desordenada, como si cogiéramos un libro de Stephen King le arrancáramos las 50 primeras hojas, las tiráramos al aire y, al recogerlas, pusiéramos la página 22 la primera, la 12 la penúltima y así sucesivamente. Hay demasiados flashbacks y están mal expuestos. Por culpa de esto la historia tarda, al menos, una hora en coger el ritmo lineal necesario para que el espectador pueda disfrutar de la película. Recordemos que 300: El Origen De Un Imperio es un cómic que trata sobre guerras, reyes y venganza; no es una película de Christopher Nolan, como Memento, cuya idea principal es despistar a la audiencia.
La segunda parte es cuando la trama comienza a coger “interés”. No obstante peca de pretenciosa al trasladarnos, de nuevo, al principio de la película y ofrecernos un final, en mi opinión, totalmente previsible, pero totalmente necesario para satisfacer las necesidades de esos fans que llevan tanto tiempo esperando esta secuela.
Por otro lado, los personajes de 300: El Origen De Un Imperio – a excepción de Eva Green como Artemisia – no terminan de convencernos a nosotros e, incluso, ni a ellos mismos. Rodrigo Santoro como rey Jerjes no tiene tanto protagonismo como uno espera y, el poco que tiene, no da peso a la historia. Eva Green encarna a Artemisia a la perfección. Una mujer guapa y luchadora cuya única sed es la de venganza. Antes de verla tenía mis dudas pero, desde el minuto uno, el papel le viene como la seda. Sin embargo, el mayor de los problemas es el que tiene Sullivan Stapleton como Temistocles. Su papel queda ensombrecido por la estela que marcaba Gerard Butler, como Leónidas, en 300. Su intento por lograr nuestra empatía es admirable, pero se queda a mitad de camino.
Quizás uno de los errores que más pueden afectar a esta película es que todos esperábamos ver a los espartanos en acción. Personalidades y cuerpos moldeados para luchar y para matar. Eso nos cautivó en 300 además de tener un final a la altura cuando Leónidas demuestra, al hacer sangrar a Jerjes, que no es un ser divino; es un ser humano. En 300: El Origen Del Imperio da la sensación de que durante 102 minutos no ha pasado nada.
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