Tras seleccionar cinco interesantes películas creadas mediante animación tradicional, en Cineralia continuamos con nuestro especial sobre películas de animación: en esta ocasión, os hablaremos de cinco joyas de la animación por ordenador.
A la hora de encarar un tema como este, surge una «desventaja» evidente: es casi imposible descubrirle América a ninguno de mis lectores si hablamos de animación por ordenador, dado que la industria del cine se ha ocupado de promocionar hasta la extenuación todas y cada una de sus propuestas en este campo, y la crítica no ha sido menos a la hora de elogiarlas y convertir algunas de ellas en obras maestras de la cultura a la altura de clásicos literarios o películas de imagen real. En resumen, que nadie puede escapar a la publicidad de Pixar y Dreamworks juntas (que son, junto con algunos competidores más o menos potentes que iremos viendo, las dos productoras que han venido copando el mercado tanto económica como críticamente).
Es por ello que este artículo acabará asemejándose más a una lista de preferencias personajes de entre un amplio catálogo de películas más que notables; aunque en general todo el catálogo de Pixar (subsidiaria de Apple que luego pasó a serlo de Disney y que en la actualidad ya puede medirse con la empresa madre) es altamente recomendable y seguro que muchos de mis lectores lo habrán revisado al menos una vez (por gusto personal o por acompañar a los hijos al cine), y Dreamworks también tiene una buena cantidad de obras notables, he preferido limitar la lista a una película por productora, como oportunidad también para descubrir a algunas más pequeñas que sin embargo han hecho grandes avances en este campo, estética o narrativamente.
Cinco películas de animación por ordenador:
Ice Age (2002):
La idea original tras el film debut de Blue Sky Studios es de algún modo sintomática del cambio de paradigma que la animación sufrió a finales del siglo XX; en un principio, «Ice Age» iba a ser una película animada en 2D, de manera tradicional, por dos pesos pesados del gremio como eran Don Bluth y Gary Goldman (detrás, de, entre otras, «Fievel y el Nuevo Mundo» o la primera «En busca del valle encantado»). Pero el fracaso en taquilla del superproyecto de ambos, «Titan A.E.», que intentaba combinar, con poco éxito, técnicas en 2D y en 3D, llevó a la Fox a dejar de confiar en ellos, entregándole el proyecto a Blue Sky, hasta el momento especializados en efectos especiales.
Primera entrega de una franquicia a día de hoy bastante trasnochada, y que incluye otros tres filmes (un quinto está en camino), «Ice Age» combinó a la perfección un guión atrayente, que planteaba de manera equilibrada una caricatura de ciertas actitudes humanas (sobre todo, el miedo al cambio y a la soledad), con un diseño de personajes variopinto y acertado. Con unos procedimientos que se fijan, como es normal, en el gusto por las tramas familiares y de grupos de amistad que Pixar había desarrollado hasta el momento, la película encontró un filón en el ya paradigmático personaje de la ardilla Scrat, heredera parcial del lejano slapstick de Chaplin y de los cartoons animados de la Warner, siempre en lucha constante con una pequeña bellota.
Shrek 2 (2004):
Con «Shrek», Dreamworks demostró al mundo que había vida más allá de la hegemónica Pixar, entregando una película excelente a muchos niveles (su animación no ha envejecido a día de hoy y el guión es prácticamente impecable) que, además, se atrevía a burlarse de manera en ocasiones sutil y en otras sorprendentemente brusca de todo el legado de cuentos de hadas creado por Disney a lo largo de los años. Es por esto que, para muchos, Shrek continúa siendo la mejor de las cuatro películas que forman la saga del ogro verde.
Sin embargo, personalmente considero que con la segunda parte la crítica de sus responsables fue incluso más allá, construyendo una gran parodia de lo que significa la cultura estadounidense de las marcas al crear un Reino de Muy Muy Lejano que no deja de ser un trasunto del Los Ángeles que tantos filmes nos han presentado, pero que «Shrek 2» consigue elevar casi a la categoría de lo grotesco. Fijándose directamente en los entresijos y los problemas actuales del mundo real, algo que ni Disney ni Pixar habían tratado, Dreamworks consiguió mayor profundidad en sus personajes a la vez que hacía su discurso aún más adulto. Y, por supuesto, también aparece el Gato con Botas.
Ratatouille (2007):
Para el que suscribe, «Ratatouille» supone, tanto estética como temáticamente, el pináculo de todas las aspiraciones y líneas de trabajo que Pixar había ido sugiriendo a lo largo de sus anteriores siete filmes. Sí, «Wall-E» y «Up» son indiscutibles obras maestras y quizás también merecerían estar en esta lista (de algún modo, lo están), pero es «Ratatouille» la que inauguró esa racha de películas impecables, con un salto de calidad con respecto a «Cars» que se notó en todos los aspectos: puesta en escena y valores técnicos, y un guión afiladísimo que apela a los niños con el ya habitual mensaje moral de Pixar (brillantemente presentado, como siempre) pero también a los adultos, imbuidos la mayoría en esta época de ese boom por la cocina de autor que los suplementos dominicales se habían encargado de ir fabricando.
La que probablemente sea la película más realista de Pixar, en su retrato de caricatura romántica, pero calculada al milímetro, de la ciudad de París, es también una oda a la gastronomía que requirió años de investigación para alcanzar el nivel de detalle de los platos, el diseño perfecto de los ambientes, los movimientos calculados de cada uno de los personajes… y también es una afilada (y nada disimulada) crítica a la misma crítica cultural, ese estamento que, en la figura del implacable crítico gastronómico Anton Ego, se permite el lujo de comentar libremente y en un par de horas el trabajo que a muchos les ha costado años sacar adelante. Ese final proustiano, en el que el crítico vuelve a su infancia al probar un plato cocinado por una rata, es una de las secuencias más emocionantes que Pixar ha entregado jamás a la historia del séptimo arte (y no son pocas).
Gru: Mi Villano Favorito (2010):
Como muestra del constante ballet entre productoras de segunda fila que posee la animación digital, resulta que el presidente de Illumination Film, compañía más o menos independiente, salió directamente de la silla de mando de la división de animación de la Fox, otra compañía en discordia, buscando una libertad que al parecer acabó consiguiendo en el filme que ahora nos ocupa. En cualquier caso, «Gru: Mi Villano Favorito» consiguió equilibrar su evidente falta de medios técnicos, con un acabado visual a años luz del de Pixar o Dreamworks, con un guión resultón que hace el uso justo del diálogo elaborando un humor mucho más próximo al slapstick y a la comedia visual.
Construyendo, también, unos personajes que atraen a buena parte de la población (el antihéroe con un corazón enorme, las niñas abandonadas en busca de cobijo) y que se relacionan entre sí de manera natural, la película supuso un inesperado boom para la compañía, recibiendo grandes cifras en taquilla y críticas sorprendentemente buenas. Y, por supuesto, supo capitalizar muy bien el éxito de los simpáticos Minions, secundarios de lujo con un papel más grande en la segunda entrega de la saga y que tendrán película propia en un futuro no muy lejano.
Los Croods (2013):
Es cierto que al principio del artículo dijimos que nos limitaríamos a una película por productora, y rompemos esta regla si ahora nos centramos en «Los Croods», uno de los últimos esfuerzos de Dreamworks por aunar éxito de público y crítica. Pero los equipos de «Shrek 2» y esta película están tan separados entre si, sus constantes estéticas y referentes tan diferenciados, que creemos que no pasa nada si incluimos dos películas tan distintas, aunque sean de la misma Dreamworks.
En efecto, gran parte del éxito de «Los Croods» viene de su condición de hijo de varias variables: la producción y apoyo de Dreamworks, pero la ideación y gran parte de diseño de personajes de Chris Sanders, uno de esos animadores que nunca nos cansaremos de reivindicar, y que ya aportó a Disney una de sus joyas más recientes en la excelente «Lilo y Stitch». Sanders, que ya había trabajado para Dreamworks en la igualmente interesante «Cómo entrenar a tu dragón», consiguió vaciar hasta lo esencial y universalmente reconocible esta historia de búsqueda de la luz (literal y metafóricamente) situada en una Edad de Piedra a la que no le da miedo jugar con la fantasía y el lenguaje visual más desbocado. Reflexión acerca del progreso de la humanidad en global y de la evolución de las familias en particular, «Los Croods» es, a la vez, entretenida y profundamente emotiva, divertida pero capaz de plantear temas de bastante calado.
Como conclusión, cabría añadir algo que ahora mismo está en boca de todos: el sorprendente resurgir de la rama de animación por ordenador de Disney (no confundir con Pixar), que tras «Enredados» ha producido un «Frozen» que ya es la película de animación más taquillera de la historia. Capitalizando el legado de cuento de hadas de la compañía, el filme vuelve a lo clásico reinventándolo sólo de manera residual (pero lo suficiente como para contentar a los comentaristas progresistas que han visto una modernización en la conservadora Disney), y parece situarse un poco por encima de una Pixar que últimamente parece estar algo de capa caída. Una lucha entre dos titanes (o tres, o cuatro) es lo que nos depara el futuro de la animación por ordenador, lo cual, bien mirado, puede resultar en una infinidad de alegrías para el público, tenga cinco o cincuenta años.