Se estrenó el pasado viernes Azul y no tan rosa de Miguel Ferrari.
Película venezolana que se alzó en la última edición de los premios Goya con la estatuilla a la Mejor película hispanoamericana.
Diego es un fotógrafo que tiene mucho éxito dentro de su profesión, además tiene una bonita historia de amor con Fabrizio quien quiere formalizar su relación, pero Diego es un poco reacio a los compromisos.
Una noche cuando sus vidas iban a cambiar, pues iban a determinar en qué punto estaba su situación sentimental, Fabrizio es atacado por un grupo de jóvenes que le dan un brutal paliza, que le deja en coma. Diego en ese momento es consciente de todo lo que siente pero además todo se remueve más, cuando de repente reaparece en su vida su hijo Armando a quién hace cinco años que no ve y con el que tiene problemas de comunicación, debido a su distanciamiento. ¿Serán capaces padre e hijo de romper esa barrera? ¿Será capaz Armando de aceptar a su padre tal y como es?
Azul y no tan rosa es una delicada y dura historia de una realidad existente y latente en la sociedad actual, aunque a fecha de hoy nos creamos tan avanzados y civilizados, sobre la marginación y la xenofobia con respecto a la sexualidad y la variedad de parejas.
Aunque bien es verdad que se ve la influencia de la típica telenovela en Azul y no tan rosa, la película se bifurca en dos vertientes, la primera en imitar a las mismas y sacarnos una sonrisa eso sí sin caer en el patetismo barato y la segunda ahondar en lo más frágil y sutil del ser humano que son los sentimientos y sobre todo los que provienen del corazón, ya sea cual sea el lazo que los una con la persona.
Se dibuja un mundo de comprensión necesario y vital, donde el respeto es el eje principal, pero para ello hay momentos que los silencios pueden ser necesarios a la par que estocadas en el corazón, pues la palabra es lo que se erige como el mandato único para dar a conocer lo que se siente, lo necesario e imprescindible. En Azul y no tan rosa son los silencios y observaciones de los protagonistas los que dan paso a las conversaciones y así el entendimiento mutuo.
La verdad que mientras que veía Azul y no tan rosa, no pude evitar recordar otra película que también obtuvo el mismo premio, el Goya a la Mejor película hispanoamericana en nuestro país, La vida de los peces, no tienen nada que ver en cuanto a temática pero bien es verdad que la cámara en ambas películas busca a los personajes de igual manera, y hay efectos especiales muy sutiles que se asemejan, y al final uno se da cuenta que ambas cintas reflejan situaciones vitales reales.
Azul y no tan rosa finalmente no deja de ser un bonito viaje sobre la tolerancia y los distintos tipos de amores existentes en la vida, a pesar de ser un film que tiene unas imágenes duras y conmovedoras, es todo un acto de reflexión para el espectador.