Regreso al género de Nichollas Stoller, director de comedias tales como Paso de ti, Todo sobre mi desmadre o Eternamente comprometidos.
Con Malditos Vecinos nos adentramos en un viaje de conocimiento y crecimiento personal enmascarado bajo la imagen de una contradicha llamada madurez.
En esencia, en Malditos Vecinos nos encontramos con una historia de lo más tópica. Una familia recién salida del horno, un grupo de amigos – enclaustrados en una hermandad universitaria cuyo único fin es pasar a la historia a ritmo de música electrónica y alcohol – y la disputa entre ambas cuadrillas; así es como realmente deberíamos calificar a ambos bandos ya que sus métodos de disputa no se alejan mucho de lo que a una cuadrilla colombiana se refiere.
La batuta de la orquesta de Malditos vecinos recae, por un lado, en la familia formada por Seth Rogen y Rose Byrne – quienes forman una pareja maravillosa cuyo resultado, gracias a la química que comparten, es excelente – y, por otro lado, en Zac Efron y Dave Franco. Este último dúo, sin embargo, deja bastante más que desear. Si Franco funcionaba bien en Infiltrados en clase, junto a Jonah Hill y Channing Tatum, no es capaz de alcanzar su propio clímax debido a la falta de talento de su compañero Efron quien, desde que finalizó su gran época bajo el amparo de Disney en High School Musical, perdió, o más bien nunca llegó a encontrar, el billete ferroviario que lo llevara lanzado a la comicidad y el ingenio.
Los continuos gags a lo largo de Malditos vecinos no dejan de sorprenderte bajo ninguna circunstancia. Sí, es cierto que algunos están exorbitantemente forzados, no obstante, hay otros – véase la secuencia de los airbags – que son pura maestría y genialidad.
Como bien decía al principio en Malditos vecinos, todas estas disputas entre unos y otros, las fiestas sin control hasta altas horas de la madrugada, el consumo excesivo de alcohol y la falta de interés por los estudios y su futuro por parte de algunos de los hermanos, en realidad, tan solo es la capa que oculta un viaje irremediable hacia la madurez, la sensatez y el propio juicio personal.
Todos esos valores propios de adolescentes perdidos – como todos en su momento – solo esconden la inseguridad, la preocupación y el miedo a las siguientes etapas que a cada uno de ellos – para algunos es el paso de la niñez a la adultez mientras que para otros es el momento de dejar atrás todo lo que antaño han sido para vivir una nueva vida al lado de nuevas personas – les va a tocar vivir.
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