Gabriel Nesci debuta como director cinematográfico con esta comedia romántica que desde el pasado día 6 de junio ya está en las carteleras de cine.
En Días de vinilo Damián, Facundo, Luciano y Marcelo son cuatro amigos de la infancia que se unieron en aquella época por una invasión de música rock en vinilo que les cayó del cielo y todo les cambio, pero ahora que uno de ellos cree haber tomado las riendas de su vida y se va a casar, todo se altera alrededor de la existencia de los cuatro. Confusiones de amores, futuros inciertos y debilidades sentimentales son los avatares que la vida les depara ya pasados la treintena de edad, y todo ello marcado por varios denominadores comunes el amor y música que envuelve todo.
Los círculos cinematográficos ambientados en amistades suelen ser agradables, porque siempre muestran más de lo que a primera vista uno se espera, suelen ser comedias de enredo pero con fondos profundos. Así sucede en Días de vinilo que el director escarba en lo más profundo y sencillo de cada uno de los personajes, que subyace en la naturaleza humana, y no es otro que el vivir por impulsos hasta llegar al raciocinio.
El guión de Días de vinilo navega entre la comedia y el mundo intimista de los sentimientos que desprende la palabra amistad. Sutil y cómica como la vida misma, como las experiencias que hacen mirar atrás con nostalgia, pues los personajes se enfrentan a su presente sin olvidar para nada su pasado en común, pero también teniendo en cuenta ese futuro más inmediato.
Días de vinilo es un canto a la amistad, tolerancia y comprensión de la mano de la música que junto con las imágenes y los textos incrustados nos hacen viajar en una ruta de conocimiento de la persona por medio de mensajes subliminales por momentos y directos en otros. En cierta forma la película también dibuja un marco definiendo el destino, de lo escrito para cada uno, en cada momento.
La crisis de la edad está reflejada en todos y cada uno de los personajes dentro de Días de vinilo, les marca para bien o para mal, a unos para querer sentar cabeza y su vida y otros totalmente lo contrario agobiarse con ese mismo planteamiento y querer volver atrás en el tiempo y vivir otra nueva juventud sin que los años hayan pasado, y es ahí cuando la comedia golpea más ferozmente porque no siempre se encuentra uno con aquello, de quien tuvo retuvo, si no que para bien o para mal los años no pasan en balde y marcan el cuerpo y la mente.
Hay dos partes a destacar dentro de Días de vinilo, una es la narración en off que nos va desplegando como si de un libro se tratase a cada uno de los protagonistas, a veces abierto y otras cerrado, pero dando un juego vital en cámara y en imaginación. Y otra es la intervención de Leonardo Sbaraglia que interpreta a un actor que deambula por el mundo con cambios constantes de personalidad y que impregna de humor cada una de sus intervenciones en la cinta.