jueves , octubre 31 2024

Joyas Ocultas: The Congress

En esta sección, os hablaremos de pequeñas películas que no han logrado mucho reconocimiento en nuestro país pero que merece la pena ver. En esta ocasión, del último filme de Ari Folman, director israelí que nos entrega una potente aventura de ciencia-ficción.

The Congress es un juego de muñecas rusas que se va desplegando en varios actos, cada uno de los cuales más simulado que el anterior. Robin Wright se interpreta a sí misma (como dice en un momento del filme, “no se trata de ciencia-ficción, sino de documental”) como actriz con dos hijos (uno de ellos casi ciego y sordo, curiosamente el que menos puede ver las apariencias de la realidad y el que mejor entiende el trasfondo poético que hay detrás de ella) que decide prestar su imagen virtual a los estudios de cine en los cuales trabaja. Los ejecutivos ya no quieren la emoción analógica del actor, potencialmente inestable, sino una copia manipulable que se pueda programar.

the congress Platón definió a la Humanidad como engañada por sombras que impedían ver  lo real más allá de las apariencias, en su mito de la caverna. Tuvo que ser el cine, arte que vive de la sombra-copia que supone la repetición de un movimiento de la realidad hasta el infinito, el medio que mejor llegara a transmitir estas paranoias de mundo más allá de la apariencia. Sumando a esto el temor ante los avances de la inteligencia artificial, copia digital de la mente humana analógica, Matrix actualizó la caverna platónica como mundo-simulacro creado por unas máquinas a las cuales los interesaba tener a los humanos engañados.

Es un tema esencial en la conciencia global de los inicios de este milenio, en el cual las nuevas formas tecnológicas traen el cine cada vez más lejos de lo real y más cerca de la imagen generada por ordenador. The Congress lleva el discurso de Matrix más allá al culpar de este mundo aparente no a las máquinas inteligentes, sino a los propios seres humanos, que hipnotizados a partes iguales por el espectáculo y la química, se entregan a una fantasía de dibujos animados que oculta una realidad mucho menos deseable. La película, más allá de aventura partida entre realidad y cartoon, es una poderosa brújula muy crítica con el dominio actual del digital en las superproducciones.

Inspirada en una novela de Stanislav Lem (junto con Philip K. Dick, uno de los escritores más obsesionados por la idea de la apariencia), en The Congress, una vez los estudios descubren que el simulacro puede extenderse no sólo al cine sino también a la realidad, el mundo es ocultado por un manto cartoon que representa una fantasía química. Lem temía esta dictadura de lo químico como síntoma de la realidad de su época, asustada ante los avances científicos; Folman le añade a esta paranoia química un discurso contemporáneo, puesto que hoy en día lo que asusta es el potencial de un entretenimiento ubicuo que puede acabar distrayéndonos de la realidad.

the congress

En Vals con Bashir, Folman demostró su talento para descifrar la realidad mediante el uso de la animación; en The Congress el siglo XXI acaba invadido por un mundo virtual en el cual los humanos deciden su aspecto (la mayoría de ellos eligen ser figuras de la cultura pop del siglo XX, como por ejemplo Elvis, Frida Kahlo, Michael Jackson… la forma virtual gana al contenido humano). Se trata de un mundo lisérgico inspirado por las primeras animaciones Disney (en las cuales se hacía caricatura, muchas veces escatológica, de actitudes del mundo real; después llegarían las princesas) y por la pintura de El Bosco (un jardín de las delicias que puede volverse en infierno, esto son las ciudades del futuro para Folman); la cinefilia del director israelí cristaliza también en homenaje a Hitchcock (El hombre que sabía demasiado y su asesinato en pleno concierto), y los ecos de filmes recientes como Holy Motors (el actor como hacedor de personajes, uno de ellos totalmente generado por ordenador) también se dejan sentir en una película que apunta hacia el cine como simulacro pero, paradójicamente, utiliza el gran poder de este arte contemporáneo para denunciar los peligros futuros de la entrega al digital, lleno de datos pero carente de Humanidad.

Acerca de Ricardo Jornet

Simpático redactor de Cineralia; no tan simpático estudiante de cine.

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