Con excepticismo ocupo mi butaca para intentar disfrutar con la tercera entrega de una saga que no es precisamente de mi devoción.
Pero en Los Mercenarios 3 el paso de los minutos y las grandes dosis de acción frenética y desenfadada, sobretodo en su tramo final, terminan convenciéndome, abandono la sala con una sonrisa bobalicona y con un sueño dificil de cumplir, «yo también quiero ser un mercenario».
La acción gira en torno a la misteriosa aparición de Stonebanks (Mel Gibson), uno de los fundadores originales del grupo Los Mercenarios, en la vida de Barney (Sylvester Stallone). Sus caminos se separaron cuando Stonebanks se convirtió en un sanguinario traficante de armas, por lo que el bueno de Barney se vio en la tesitura de acabar con su vida.
Ahora Los Mercenarios se enfrentarán a este peligroso villano con ansias de venganza mientras su líder se debate entre continuar luchando con las viejas glorias o decantarse por las nuevas tácticas de combate y un equipo mucho más joven.
Y es que Los Mercenarios 3 es más y mejor, hay más macarras del cine con nuevas incorporaciones del estilo de Wesley Snipes, Harrison Ford, Mel Gibson en un papel de malo malote que parece hecho a medida o nuestro malagueño más ilustre, Antonio Banderas dando vida a un personaje que nos depara los mejores momentos cómicos de la película.
En Los Mercenarios 3 también hay más acción (Y ya era difícil), las explosiones, tiroteos y peleas se suceden casi sin respiro mientras nuestro amigo Sylvester Stallone busca un equipo que sustituya a sus compañeros ya cuarentones, que finalmente serán los que le saquen las castañas del fuego a él y a la película, para no variar.
Y, lo que es más de agradecer, en Los Mercenarios 3 hay buenas dosis de humor, y eso sin duda es lo mejor de esta secuela. Una película que cuando se toma en serio no deja de ser una de acción del montón, una del género de los años 80 con mejores efectos especiales tipo Desaparecido en combate, pero cuando el humor toma el control, cuando la comedia se hace con las riendas, es de las experiencias más divertidas del año.
Ciertos momentos faltos de imaginación, con dosis de acción de lo más convencional y cierta sensación de estar perdiendo el tiempo en un metraje algo excesivo, son gratamente recompensados con un tramo final que deja una sensación muy satisfactoria.
Atentos a la escena final, todo un homenaje al cine de acción de los 80.
Lo mejor: El humor y la interpretación de Antonio Banderas. Los veteranos.
Lo peor: Cuando la película se toma en serio a si misma. Los novatos.
Nota: 6,4
- Crítica de Cineralia
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