Los fans de Expediente Warren la disfrutarán y verán algún que otro guiño a su antecesora, especialmente al comienzo y al final.
El año pasado, James Wan (en Annabelle ejerce solo de productor), maestro indiscutible del terror actual, nos trajo una historia que hizo temblar a más de uno. Personalmente, salvo dos pequeños instantes contados, no me produjo tanto sufrimiento.
Era la historia de una familia que se veía acosada por un espíritu maligno. Acudieron a un matrimonio, Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Fármiga), él exorcista y ella médium, para que les ayudasen a limpiar su hogar de esa maldición. Me sorprendió encontrarme con una gran cinta del género, de hecho, y como dije en la crítica, la considero la mejor película de terror realizada en los últimos años. No porque me asustase, sino porque el guión está perfectamente construido, hay unos personajes magníficos con los que el espectador puede empatizar y además, interpretados por actores geniales.
Seguramente muchos harán alguna risa con lo que voy a decir ahora, pero es que hacía mucho tiempo que no experimentaba auténtico miedo, impotencia, agobio, ansiedad y asfixia. Sensaciones que Annabelle me ha transmitido desde los primeros instantes de la película. Quizás sea la presencia constante de esa muñeca inanimada, con sus ojos enormes y abiertos que no sabemos bien si nos está mirando o no. Quizás sea la vulnerabilidad y la fragilidad que nos transmiten los protagonistas de este cuento terrorífico. Porque, el miedo, es quizás la sensación más potente que pueda experimentar el ser humano, y la más subjetiva. Cada persona teme una cosa diferente. No tengo ningún reparo en admitir que uno de mis miedos son las muñecas de porcelana. Pero quizás mi mayor miedo es pensar que tengo una esposa, y un bebé recién nacido y no soy capaz de protegerlos. Un miedo que sin duda Annabelle ha explotado sin piedad en su hora y pico de metraje.
Porque me identifico plenamente con esa feliz pareja, Mía y John Ford, que van a tener un pequeño dentro de nada. Una niña, a la que llamarán Lea. Esta tierna bebé es sin duda alguna el elemento de ternura y amor que rebaja la fuerte carga psicológica de horror del film. Poco antes del nacimiento de Lea, dos fanáticos pertenecientes a un Culto de adoradores del Demonio, se cuela en el idílico vecindario de Santa Mónica donde viven los Ford, dejando un reguero de sangre a su paso. Los planes de estos dos asesinos se truncan cuando John llama a la policía, y estos acuden en su ayuda, matando a uno de los asesinos. Eran un padre y una hija. Esa hija adolescente, se llamaba Annabelle Higgins. Quien se suicida, y su espíritu maldito pasa al interior de la muñeca. Cuando nace la pequeña Lea, el espíritu de Annabelle reclama el alma de la bebé.
Es en este momento cuando se pone en marcha el instinto de protección de sus padres, y la impotencia ante unos acontecimientos que no logran comprender y que solo pueden terminar con el derramamiento de sangre.
En conjunto, el film es realmente bueno, aunque el guión tiene algunas incoherencias, pero son pequeños detalles que tampoco causan un daño grave al resultado total del mismo. Desde luego, es un relato con potencial para ganarse un puesto, no sé si de relevancia, en la taquilla. Los fans de Expediente Warren la disfrutarán y verán algún que otro guiño a su antecesora, especialmente al comienzo y al final, el cual, se queda preparado para que en un futuro volvamos a encontrarnos con Annabelle.
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