Santiago Segura recupera la quintaesencia de su exitosa saga para avisarnos de la ruina de un país incomprensible.
Crítica de Torrente 5.
Las escenas iniciales de Torrente: El Brazo Tonto de la Ley se entretenían en mostrarnos las paredes mugrientas y las estancias malolientes y descuidadas en las que vivían unos personajes, el policía encarnado por Santiago Segura y su padre, el inolvidable Tony Leblanc, que se erigían como el reverso de esa España, la de 1998, dónde la liberalización del ladrillo hacía crecer exponencialmente y con cimientos de barro, a un país que creía tocar la modernidad con los dedos.
En esa España de «éxito», en desarrollo, también había seres que sobrevivían como podían, algunos dotados con una base ideológica que sostenía que el tardofranquismo seguía sobreviviendo en destellos localizados. El policía facha y deleznable creado por Segura era el anzuelo perfecto para resultar molesto e indigesto, para tocar las narices a todos con temas poco recurrentes en clave de mofa y sarcasmo en un país que dio la espalda sin limpiar su pasado.
En las siguientes entregas, Segura, explotando también las discutibles filias de este personaje ya icónico del cine español (la escena de la piscina de la segunda parte es bien recordada), acabó derivando, y lo lamentamos, en la casquería, la soez más absoluta y los chistes marranos, abandonándose en ello en la tercera parte, un auténtico disparate friki que parecía mostrar a un Segura que perdía el rumbo. Pero el tipo es brillante y la cuarta entrega parecía sacar pecho y ofrecer cierto frescor en la saga gracias al reclamo de las tres dimensiones. Todas las partes convenientemente aderezadas con personajes populares de la España de cada momento. Por ello, y aunque parezca hiperbólico, si ves los personajes de cada entrega puedes comprobar la actualidad del país.
Pero volvamos a las primeras escenas del Torrente inicial: las de la degradación en la que vivían muchos españoles en el lado oscuro de la prosperidad. Y lo comparamos con la imagen de España que ofrece en Torrente 5: Operación Eurovegas. Es como si un virus pandémico hubiera salido de esas habitaciones putrefactas y hubiera infectado a todo el país. España no es más que, en un futuro muy cercano, una plasmación de aquella podredumbre: 20 años después, España ha muerto. Y ahí reside la gracia del chiste pasmoso que nos plantea Segura: nos encontramos ante una distopía cercana o ya estamos empantanados para siempre.
Igual que España vuelve a la peseta, Segura parece necesitar volver a su génesis, a olvidarse, parcialmente, de los chistes groseros y centrarse en esa faceta de dinamitador cómico de este país de pandereta. Vuelta al origen como regresa a la casa de la inolvidable pescadera, Chus Lampreave, a su primer amor, Neus Asensi o a su colega drogadicto. Como necesita volver a encontrarse con Tony Leblanc en una escena tiernísima, cargada de amor hacia su padre fílmico.
Y este regreso en Torrente 5 a la quintaesencia de Torrente, como aglutinador de lo carpetovetónico, nos gusta, nos interesa, nos hace reir, nos entretiene. Aunque algunos chistes se queden en enunciados, Segura recupera ese gusto por poner sobre la mesa el país desastroso en el que vivimos, descojonarse con él y ofrecérnoslo en su versión más lamentable. Un regreso a su inicio que le permite homenajear al propio cine español (con el encuentro con Leblanc o con volver a juntar a Esteso y Pajares). Y es que Segura no es un popular que utiliza el cine para hacer dinero, es un hombre de cine que busca su forma de ganarse la vida, alguien que ama su oficio, que parece reivindicar sus propios orígenes.
La película, técnicamente irreprochable, empieza a trompicones, con poco feeling entre los tres protagonistas centrales (Segura, Janeiro y López) pero va creciendo en mala leche conforme avanza el metraje hasta conseguir que las escenas del atraco al Casino de Eurovegas sean las más divertidas, descacharradas e hilarantes de toda la saga. Así es en América y así en España, nos dice Segura. No es casualidad, por eso, que un personaje pregunte si el robo lo van a hacer en inglés.
Torrente 5 es un film de altibajos rítmicos y con algunas gracias más convincentes que otras, quebrado en algunas partes, la quinta parte de Torrente busca para sobrevivir las esencias de la primera, las atrapa de nuevo y las eleva a su máxima expresión, acabando con todo. Eso era lo que nos gustaba de la propuesta inicial de Torrente, que tuviera la valentía de decirnos lo que, en el fondo, somos como país.
Lo ha vuelto a hacer. Y eso nos encanta. Aunque lo que nos plantee nos huela, en su base, más a la realidad actual que a una proyección catastrófica de la España de los próximos tiempos.
Lo mejor: Que Segura vuelva a sus orígenes, que se atreva y recupere el sarcasmo social con el que nació
Lo peor: Algunas lagunas de ritmo y escritura en tramos concretos de los cinta
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