Antoine Fuqua volvía a dirigir a Denzel Washington después de Training Day (2001), película de culto en la que el director de thrillers llegó a su techo como realizador. El resultado final es una buena película de acción, en la que introduce a Denzel (sinónimo de ese género thriller) en un Leroy Merlin y logra producir un film elegante e intenso.
El carisma y trasfondo del protagonista son importantes. Por eso Fuqua dedica los primeros 20-25 minutos a trabajar el personaje de Washington y conforme avance el metraje iremos rellenando los espacios en blanco sobre la identidad de este misterioso y atrayente antihéroe. Y es que los antihéroes están de moda. Nos «ponen». El caso más reciente y famoso es el de Walter White (Breaking Bad) y la Industria aprovecha el filón. Pasamos de los tipos buenos y mojigatos que se cruzan de brazos, impotentes, dispuestos a no adaptar «su juego» al de los villanos.
La historia puede pecar de repetitiva («agente» retirado que sigue tomándose la justicia por su mano) pero Fuqua y Washington consiguen pasar la parada de lo mediocre. La única pega, es que para ser un supuesto justiciero realista (rememorando Kick-ass, y a su protagonista Chloë Grace-Moretz que aparece también en esta película) termina siendo demasiado feliz e imposible de creer, aunque nos mantiene en vilo por el estado de salud de ese «pobre señor maduro» durante un buen rato. Quizás debió terminar como El fuego de la venganza para ser redonda.
Nota: 6,5
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