Un relato que no debería permanecer en el olvido y servir como documento de estudio para las futuras generaciones jóvenes.
Hay muchos documentales, películas y libros que de alguna forma ilustran lo que fue la Guerra Fría y los más de 70 años de Comunismo en la URSS. Y como siempre sucede, para gustos los colores, habrá historias que gusten más o menos por los motivos que sean. Pero cuando te encuentras una y otra vez con el mismo tema, deseas que te lo relaten de forma novedosa, aportando cosas desconocidas, no contadas hasta ahora, o sencillamente que te lo narren con algún toque de originalidad.
Esto es lo que ha hecho Gabe Polsky en Red Army. Narrarnos una historia que ya conocemos, o deberíamos conocer, desde una perspectiva diferente, logrando con ello un producto totalmente nuevo y que sin duda es muy recomendable ver. Me encantaría que Red Army triunfase en la taquilla, me gustaría ver manadas de personas acudiendo a verla para recordar, otros para descubrir, lo que fue la tiranía comunista, un proyecto político y social que al parecer, a estas alturas de nuestra vida, estaríamos dispuestos a repetir.
Poco puedo decir yo sobre estos hechos, porque no soy historiador ni tampoco los he vivido por cuestiones de edad. Así que lo mejor que uno puede hacer es dejar hablar al protagonista de este documental, el ex capitán del equipo de hockey sobre hielo Ejército Rojo, Slava Fetisov, quien además ha formado o forma parte aun del Gobierno de Putin como Ministro de Deportes.
Slava creció en un hogar bastante humilde, como mucha gente en aquellos aciagos tiempos, pisos de pocos metros cuadrados donde se metían a varias familias a la vez y donde no había váter para todo el mundo.
Al comenzar el relato me acuerdo de Woody Allen en una de sus últimas películas cuando dice “No me gusta el comunismo, no me va eso de compartir el retrete”. Puede ser hasta cierto punto humorístico, pero para Slava y mucha gente fue un auténtico infierno. Este chico soñaba con ser un gran jugador de hockey. Al principio le rechazaron, pero con tesón y empeño, consiguió entrar en el equipo, donde jugó desde los 8 años hasta los 31, cuando se marchó de su país porque ya la situación se había convertido en insostenible.
El Ejército Rojo ha pasado a la historia como uno de los más grandes equipos de Hockey a nivel mundial. Y es que, los tiempos de los que hablamos en Red Army, la Guerra entre el Capitalismo y el Socialismo, también tuvo su reflejo en el hielo. Nadie encajaba que Slava y sus compañeros ganasen a USA, y no solo a estos, también a Canadá y muchos otros países. Pronto, las autoridades comunistas se dieron cuenta del poder que tiene este deporte, y lo adoptaron para la propaganda. El Ejército Rojo era el fiel reflejo del modo de vida soviético, una nación de ganadores donde todo el mundo vive bastante bien.
Pero la realidad se impuso rápidamente cuando el equipo perdió su primer partido. No se podía permitir esto porque eso significaba que los rusos son débiles, que el régimen dictatorial y genocida que sostienen hace aguas. Echaron al primer entrenador del equipo, un hombre que fue capaz de lograr que ese grupo de jóvenes compitiesen como uno solo, y en su lugar pusieron a un alto cargo de la KGB, alguien que se ha negado a ser entrevistado por los realizadores del documental.
El nuevo entrenador es una metáfora de la cara real de ese régimen: mano de hierro, y nadie puede opinar lo contrario de lo que se diga porque si no, a Siberia que le mandan. Con el paso de los años, USA se dio cuenta de lo buenos que son los jugadores del equipo, y rápidamente quisieron ficharlos, entre ellos a Slava. Es aquí en donde se ve la peor cara de lo que fue la URSS, pero este hombre se atrevió a plantar cara, algo que pudo haberle costado la vida.
Red Army es una historia que sobrecoge pero al mismo tiempo llena de esperanza. Un relato que no debería permanecer en el olvido y servir como documento de estudio para las futuras generaciones, jóvenes que no tienen ni idea de lo que es el comunismo ni lo que representa, porque ya se han encargado unos pocos de que así sea. Siempre viene bien que un creador nos cuente cosas como esta, que son la vida misma, narraciones que nos llevan a pensar si realmente queremos volver a vivir algo semejante a lo que ocurrió, porque el conocimiento debería liberar, no esclavizar.
Sea bienvenida esta película y muchas como esta.
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