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El año más violento (2014). Las apariencias engañan y hacen películas

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Un drama criminal que es todo apariencia, postureo

El año más violento (estadísticamente) en la historia de una ciudad que se reúne a cenar en fin de año con el crimen como Nueva York, promete ese aroma a hierro de la sangre esparcida como si del collage de un sádico pintor se tratara. Pero el director J.C. Chandor retira esos viales de plasma rojizo antes de que sean servidos a los espectadores de su película. En vez de ser un anfitrión tétrico enmarcado en un presuntuoso salón con dos cortinas lúgubres emulando al Hannibal televisivo o al vástago de Bram Stoker, ordena correr esos visillos y un rayito de luz cada vez más extinto se cuela en aquella cena sin invitación. Es la moral del protagonista de El año más violento, un Oscar Isaac que se ve envuelto y acunado por la penumbra, únicamente armado con esa ética personal en una ciudad dónde las armas parecían un documento de identificación.

En esa propuesta reside el atractivo de El año más violento. Un contraste simple y maniqueísta, entre «Los malos con pistolas» y «el bueno que se niega a utilizarlas». Es loable que J.C. Chandor apueste por este héroe de novela cuando el clima sólo permite florecer a las producciones lideradas por antihéroes que esconden sus escrúpulos bajo la abultada alfombra del hogar y se arrojan al lodazal por una razón que creen justa, representando en el trayecto el ídolo de piedra sobre el zócalo impertérrito que toda persona indecisa atenazada por la impotencia ha querido adorar desde todos los ángulos. La portada de El año más violento vende una estética noir que se esconde, como la doncella tímida cuando la visita por vez primera el caballero adulador.

Isaac y Jessica Chastain apuntaban a ser una de esas famosas parejas del séptimo arte, envueltos en voluptuosidad y encajes estilosos.  Pero la realidad es que El año más violento pretendía ser tan ruidosa desde su título a sabiendas de que en el minuto en el que comenzase la película ese brío inicial huiría a expuertas como el cliente del banco cuando escucha en las noticias que su dinero no está seguro en aquel lugar resguardado por bolígrafos presos de un cable que anuncian su futuro al optimista que pronto se verá encadenado como aquella pluma. Película sosa, contagiada por el abolicionismo casi extremista de las armas de su protagonista (y que se escuda en ello ingenuamente como diciendo «qué queréis que haga sin incluir disparos y coreografías de peleas»), es todo contorno elegante que ni finaliza y apenas sugiere.

Su estreno en España, el 20 de febrero.

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Acerca de Sergio G. Arias

Estudiante de Periodismo. Pienso, luego escribo. Colaborador en https://www.cineralia.com/ y Redactor en http://www.elfutbolesinjusto.com/ y http://www.loslunesseriefilos.com/

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