La mentalidad sobre las relaciones de pareja ha mutado con el paso de los años y las épocas. Hemos pasado del cortejo rococó y tradicional a una permisividad que asemeja a las personas a unas grandes puertas giratorias de una multinacional: por ellas entran y salen todas las personas que aparecen en nuestra vida y que dejan una especie de homenaje en forma de marca o cicatriz sobre nosotros. Todas pagan su tributo al “difunto”, cumplen con su horario de oficina y no las volvemos a ver entre los desordenados pliegues de nuestras sábanas.
Two night stand (del debutante Max Nichols) es una de tantas películas dedicadas a hablar de este tipo de relaciones sentimentales y en concreto de “los líos de una noche”, como si de un ejemplar animal muy novedoso se tratara y hubiese que diseccionarlo y analizarlo cuanto antes. El experimento de dejar a dos personas a priori tan diferentes en una casa forzosamente encerrados durante un par de días, peca de previsibilidad. La película intenta ser indie pero se le ven las costuras de cine comercial por su final excesivamente “glaseado” . Lo mejor del filme es, sin duda, Miles Teller. El conocido como uno de los actores jóvenes más proemtedores de Hollywood recoge parte de su discurso en la notable The Spectacular Now (dónde también interpretaba a un joven que trataba de hallar respuestas a muchos dramas actuales de su generación)y ese inherente atractivo que le persigue como su propia sombra realzan la caracterización de su personaje.
El resultado final de este experimento sociológico es errático, con una Analeight Tipton (la protagonista femenina de esta comedia romántica) demasiado sosa por momentos y un desarrollo demasiado plano y lineal, sin grandes artificios en forma de líneas de guión reveladores o excesivamente representativas y empatizadoras. Two night stand se consolida como una película pasable, de bajo presupuesto económico e intelectual.