El director Eran Riklis sorprende con su mescolanza de drama y comedia.
Crítica de Mis Hijos.
Es evidente la gran versatilidad que tiene el director Eran Riklis, que ya lo demostró con sus anteriores trabajos Los limoneros y El viaje del Director de Recuerdos Humanos, ambas ahondando en la situación social de su país, pero una de ellas arraigada más en lo sentimental y la otra plasmando la ironía como carga arrolladora. Ahora nos sorprende de nuevo con Mis hijos la adaptación del bestseller autobiográfico Dancing Arabs (Arabes Danzantes) del novelista palestino Sayed Kashua.
Eyad es un estudiante palestino que gracias a sus buenos estudios ha conseguido una beca en un exclusivo colegio judío en Jerusalén. Será el primer árabe en entrar en esta institución y se tendrá que enfrentar los prejuicios de sus compañeros y de la sociedad en sí. El destino le pone en su camino a una joven judía, Naomi, ambos se enamoran pero para llevar adelante su relación tendrá que dejar sus sueños y metas, y ahí es cuando el camino de Eyad comenzará a cambiar de rumbos en busca de una propia identidad y ser aceptado incluso por el mismo.
Aquí en su nuevo trabajo Mis hijos, el director sorprende con su mescolanza de drama y comedia, éste último género cuando lo comienza a desarrollar en pantalla me recordó a las películas de antaño italianas con sus dejes y sus golpes de humor, pero siempre con un trasfondo que te conmueve y te atrapa desde el primer momento, eso sí, además es como si hubiera creado un nuevo género, un thriller sentimental, que lo desarrolla en sí en el personaje principal que va y viene con giros y vuelcos que sorprenden para bien y para completar una gran película.
Al final te das cuenta que el director ha empacado tan bien todo lo que tenía entre manos, que dando vueltas y cambios de rumbos en un conflicto árabe-israelí nos habla de algo universal plasmado en su ciudad natal, la discriminación con palabras mayores y en todas las situaciones posibles. No solo del rechazo de un pueblo y una sociedad, si no del hombre en sí hacia los demás por múltiples causas, ha hecho extenso lo conciso de un tema pero tratado con una gran pulcritud, humor y mano izquierda.
Lo mejor de todo, es cuando termina la proyección, que uno se pone a dilucidar y pensar en que hubiera hecho en el caso del personaje, por lo tanto el director ha ejecutado un gran ejercicio de reflexión con su adaptación cinematográfica, y ha llevado a nuestras mentes un tema complicado, delicado pero nada exento de polémica y debate que siempre está bien después de ver una película, que nos dé que pensar el porqué de muchos contenidos del film.
Además aunque parezca extraño, me parece fundamental el papel de las madres en la trama, son las que soportan en sí mayor carga dramática, a parte del protagonista principal, y ellas sostienen, como lo hacen con la familia, el nexo de unión de todo el guión.
Hay que advertir que el director excelentemente ha introducido la crítica hacia el sistema y la sociedad en unos diálogos directos e irónicos por momentos, que además nos harán sacar una buena sonrisa para compensar la densidad demoledora de la historia.
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