Una vez más viajamos en el tiempo hasta la época de la Segunda Guerra Mundial.
También viajamos en el espacio, hasta la Francia recién ocupada, cuando los Nazis poco a poco extendían sus tentáculos por el país galo. Pero este no es más que el contexto que sirve de marco para el relato. Porque no estamos ante una película al más puro estilo bélico como Corazones de Acero, o un drama social de corte histórico como la reciente la Dama de Oro. Esta es más bien una novela romántica.
Algunos la compararán, muy fácilmente, con Romeo y Julieta. Podría interpretarse así pero tampoco es la forma más correcta de verlo.
En realidad, la importancia de Suite Francesa radica en la vida de su autora, Irene Nemiróvsky, prisionera en Auschwitz y ejecutada allí en las cámaras de gas. Sus descendientes encontraron, ya acabada la guerra, el manuscrito original en una maleta entre las pertenencias de los prisioneros del campo. La obra estaba inacabada. Fue su hija la que se encargó de finalizarla para completar el legado de su madre. El libro vio la luz por primera vez, a nivel mundial, en 2004, y se convirtió en un éxito de ventas.
Parece que los estrenos de esta semana, al menos los más comerciales, oscilan entre los relatos románticos o las comedias. Está bien porque así se cambia un poco de tercio, de género, y nos sumergimos en un relato que, aunque ficticio, esconde una terrible realidad.
Nemiróvsky quiso reflejar en sus páginas cómo era la situación en Francia durante la llegada del ejército alemán. La novela hace hincapié, especialmente, en que no solo los soldados propiamente eran los malos, también entre los propios habitantes de las ciudades y aldeas había mucha maldad. Aquí lo comprobamos en cómo los que viven en el pueblo donde transcurre la acción, Bussy, las gentes envían notas anónimas a los altos mandos alemanes, denunciando a sus convecinos, ya sea por ser judíos camuflados como católicos, o porque uno mantiene una relación con una chica mucho más joven, o porque otro es un comunista. Cada uno, a partir de aquí, que piense lo que quiera respecto de tales actitudes.
Por lo demás, en cuanto al apartado histórico y como decía al comienzo, la cinta no nos va a revelar nada nuevo, ni tampoco lo pretende, más bien el objetivo es contarnos una historia de amor que pudo ser perfectamente real en aquellos tiempos. El amor entre una joven llamada Lucille (Michelle Williams) y un oficial llamado Bruno Von Falk (Mattias Schoenhart), alguien que antes de meterse en el ejército era compositor de música, un gran pianista.
Los oficiales de alto rango, como condición establecida en la rendición pacífica, se alojaban en las casas de los nobles terratenientes. Bruno es destinado a la mansión donde vive Lucille con su cruel suegra (Kristin Scott Thomas) quien no tolera que haya música mientras su hijo no regrese del frente. Lo que Lucille no sabe es que su suegra oculta un secreto sobre su adorado hijo, que al parecer, no era tan honesto como ella pensaba. Cuando Bruno llega, la herida que hay en el corazón de Lucille comienza a cerrarse poco a poco. Ambos saben que su amor es imposible por lo que se centrarán en lo más importante durante aquellos aciagos días: sobrevivir.
Suite Francesa es una de esas historias que gustará porque tampoco busca la lágrima fácil, y al mismo tiempo tiene mucho sentimiento. Una apuesta muy interesante y desde luego merece el dinero de la entrada.