La película continúa el ensayo de su director iniciado en Frances Ha (2012)
El director Noah Baumbach es un hombre rebelde. Se opone a la sociedad individualizadora del momento intentando rodearse de su gente, los actores a los que ya conoce por trabajos anteriores y con los que mejor se siente (Ben Stiller, Greta Gerwig y Adam Driver, han repetido en sus últimos filmes). Precisamente, Mientras seamos jóvenes traslada esa resistencia de Baumbach al cambio y la representa a través de una comedia dramática sobre la incursión “aterradora” de una pareja de mediana edad en las realidades sociales y biológicas.
Sin duda, hay algo de Frances Ha (el anterior filme del realizador) en Mientras seamos jóvenes. Ese afán por mostrarse hípster y bohemio (sin parapetarse esta ocasión en el elegante por definición blanco y negro) ante el espectador sumado a la voluntad de Frances por sonreir siempre a la vida, imaginando que ésta última es la cámara de un fotógrafo para la renovación del DNI e ignorando el madrugón previo.
Mientras seamos jóvenes parece una de esas películas arquetípicas sobre el matrimonio que busca preservar el ‘teen spirit’ en un tapper (véase el largometraje Malditos Vecinos o la serie de la HBO Togetherness como unos de los ejemplos más claros), pero confusamente termina siendo una trama de fraudes y principios morales en la que Stiller roba el micrófono desafortunadamente para el espectador. La propuesta inicial es incluso esperanzadora a pesar de lo manido de la temática, pero a pesar de los momentos cómicos o reflexivos, termina siendo una pieza más burda y menos pulida que la genuina obra de Baumbach estrenada en 2012.