Crítica de Una segunda madre
Una película con tono profundo y reflexivo que no deja de lado la importancia del humor en la vida, incluso en los peores momentos.
La directora ha sabido desgranar muy bien a cada uno de los protagonistas con sus pros y sus contras dejando al descubierto sus debilidades.
Historias de segundas oportunidades en todos los sentidos, como caminos de ida y vuelta, se nos presenta en Una segunda madre, una película con tono profundo y reflexivo que no deja de lado la importancia del humor en la vida, incluso en los peores momentos.
La cinta viene de la mano de la directora brasileña Anna Muylaert abordando el drama con buena mano y destreza manejando en su punto exacto los altibajos emocionales para no decaer en la fatalidad y buscar el positivismo necesario.
Val es una trabajadora interna con un gran nivel de responsabilidad ante su trabajo. Sus jefes son un matrimonio de alto nivel económico de Sao Paulo, ella ha sido la encargada de cuidar a su hijo día y noche, ahora él ya es un adolescente, pero recurre a Val siempre que necesita consejo como si fuera de su familia.
Van a tener una visita inesperada, Jessica, la hija de Val, que se separó de su madre hace ya trece años. Jessica busca más protagonismo que su madre y no entiende que ella se rebaje, según su mirada, ante los demás, y la pondrá ante la espada y la pared, su hija o el resto. Ahí entrará el dilema de Val, su responsabilidad maternal o laboral ¿qué podrá más corazón o cabeza?
Profunda hendidura en los niveles sociales clasistas de la sociedad, siempre resaltando quien posee más respeto y tolerancia hacia los demás. Puntualizando y recalcando como crece el cariño y afecto de las personas y como se mantiene en el tiempo.
El ritmo de la película es pausado y acompaña a la trama con buen tino, aunque los toques de humor puede que necesitaran más vitalidad, la intensidad de las emociones escondidas en los personajes principales no requieren la vorágine de la rapidez si no la contención para encontrar los pequeños detalles que dan significado al gran guión que tiene inmerso en él la capacidad del ser humano de luchar ante las adversidades del corazón y sobrevivir a sus sacudidas, entre otras muchas cosas.
La directora ha sabido desgranar muy bien a cada uno de los protagonistas con sus pros y sus contras dejando al descubierto sus debilidades y anhelos, siempre desde la visión de los demás, observando cada actuación pero sin juzgar, solo exponiendo hechos.
Trama, la de Una segunda madre, donde la confianza es un gran filón a seguir en cada uno de los personajes que la tienen pendiente de un hilo con respecto a otras personas e incluso con ellos mismos y todo explota cuando el contrario les plantea cuestiones cotidianas pero profundas para el desarrollo del día a día.
Actos de maduración a base de golpes como la propia lo que se refleja en el semblante de los personajes de Val y Jessica. Enseñanzas de unos a otros sin importar la edad ni condición social y siempre con una sonrisa sorna de por medio para no caer en la excesiva melancolía, sólo en los puntos necesarios y es de agradecer pues así la carga dramática se vuelve más liviana pero sin perder intensidad.