Crítica de Ático sin ascensor
Los actores salvan un trabajo sin una trama profunda y rica, a veces llena de reiteraciones que no parecen ir a ningún sitio. Decepcionante.
Lo positivo de este trabajo y lo que realmente merece la pena es la química de sus actores, Morgan Freeman y Diane Keaton.
Necesito saber que cuando llegue si es que llego a la tercera edad tendré las cosas suficientemente claras en la vida como para no tener que estar en una tesitura que ocupe un tiempo del que no dispongo, no quisiera perder ese tiempo en quebraderos de cabeza que ya se tenían que haber hecho a los cincuenta como muy tarde. Pues de esta guisa trata la película que nos llega de la gran industria del cine norteamericano que parece que se le acaban los argumentos y la sustancia de los guiones.
Ático sin ascensor es una historia cotidiana de un matrimonio Ruth y Alex que tienen que romper con su cómoda vida y poner a la venta su apartamento en un barrio de moda en Brooklyn porque no tiene ascensor y tienen una edad en la que cada vez les cuesta más subir, todos los recuerdos que han arrastrado en toda una vida le abordan a su protagonista Alex (Morgan Freeman) el más reacio a marcharse.
Lo positivo de este trabajo y lo que realmente merece la pena es la química de sus actores, Morgan Freeman y Diane Keaton, interpretando a esas parejas a las que todo matrimonio aspira; llegar a la vejez con esa complicidad, cariño y respeto que se respira en todo el trabajo de Richard Loncraine. Lo demás no se puede coger ni con pinzas, es un devaneo reiterativo para tomar una decisión a la hora de vender el apartamento sin nada más ambicioso que contar. Es sin duda una obra que iría muy bien para el teatro porque en la gran pantalla aburre y no llega a ningún sitio, le falta ritmo.
Llamativo y que se podría añadir como algo también positivo del filme son sus paseos por Brooklyn con una fotografía interesante que siempre es agradable, recordando cómo no al gran Woody Allen.
Tiene dosis de humor un tanto peculiar, casi surrealista en algunos casos pero encantador en otros muchos, una película sencilla, agradable por qué no decirlo, no tiene dobleces de trama, todo surge tal cual, de manera armónica, con momentos de ternura, conversaciones infinitas a veces vacías de contenido, tramas paralelas que se solapan con la historia central que bueno en cierto modo aligeran un poco el aburrimiento al que se le somete al espectador.
Los actores salvan un trabajo sin una trama profunda y rica, a veces llena de reiteraciones que no parecen ir a ningún sitio. Decepcionante.