Crítica de Ricki
Te engancha por las actuaciones, por su contenido hilado y por la música que envuelve todas las tomas y las situaciones que acontecen…
Meryl Street es de esas artistas que lo dan todo en sus interpretaciones, en esta comedia dramática da un cambio de tuerca total en su aspecto en pantalla, no defrauda en absoluto.
El responsable de Ricki es Jonathan Demme con guión de Diablo Cody, quien fuera también el responsable en su día de Juno.
Ricki (Meryl Street) es una cajera de supermercado que en su día vivió el sueño de ser guitarrista de rock y dejó a su familia en busca de la familia. Ahora la ilusión la mantiene en sus horas libres sigue tocando con una pequeña banda para no bajarse del todo de donde un día quiso llegar, a los grandes escenarios. Ahora tendrá que volver a sus responsabilidades familiares, su ex marido le llama para que vaya a ver su hija, que se va a divorciar y está pasando una mala racha, y tendrá que enfrentarse a la realidad de su vida, aunque ahora no la tenga presente, su pasado y sus hijos.
Aunque la sensación a primera vista es que el guión es más bien previsible, y puede ser así, esconde sentimientos muy bien redactados, conectados y enfocados en todos los personajes, delineados con gran tino, sentido del humor y de la propia vida, conducidos con gran acierto y gran manejo de las situaciones.
Cada uno de los protagonistas tiene su propio enfoque, su propio carisma que te engancha pues se va descubriendo poco a poco, aunque te lo puedas imaginar siempre hay imágenes que te sorprenden, situaciones que impactan y sobre todo personajes que de fondo salen a primer plano casi sin quererlo pero marcando unas pautas y unas notas que son las discordantes a la par que engranaje puro del guión.
Lo bueno de la película es su ritmo y su cambio de historias, que se compensan de tal manera que nos envuelve en un equilibrio emocional que da una versión totalmente distante a lo que a priori podamos pensar en una historia meramente familiar que pudiera no trascender mucho más de ese entorno, y lo hace.
Mostrar los dramas e intríngulis de las familias rotas a veces es lineal y muy manido ya, pero mezclando drama y comedia a partes iguales, sopesando cada género, capta lo mejor de cada parte y de esta forma saca lo mejor y lo peor a relucir de cada personaje en sí, que se desnuda a cámara desde su interior casi sin quererlo con pequeños detalles.
Ricki te engancha por las actuaciones, por su contenido hilado y por la música que envuelve todas las tomas y situaciones que acontecen dotándole de una nostalgia especial, pues son canciones que estarán siempre en nuestra memoria, en sí no deja de ser también un homenaje a la música en sí y a todos aquellos que no pudieron llegar donde quisieron o pudieron, y así darles su reconocimiento. Además de contener un mensaje bastante profundo sobre el respeto y el perdón.