Crítica de Little Boy
Una historia de aventuras y superación y buscando el buen fondo del niño que todos llevamos dentro.
Alejandro Monteverde nos propone un gran juego de divertimento donde los valores humanos son las piezas del puzzle que hay que armar.
Tratar en un personaje infantil valores como la amistad, el amor, la tolerancia, el valor, el respeto y la bondad (entre otros) no es fácil de llevar, pero aquí en Little boy Alejandro Monteverde ha fusionado todo con gran acierto, con un personaje con carisma que engancha al espectador desde la primera mirada y frase, con sus puntos cómicos y dramáticos compensados a la perfección para no empalagar demasiado ni sobrepasar ningún límite, todo muy medido.
Pepper es un niño de 8 años que vive con su familia en una pequeña ciudad de Estados Unidos. Nadie le llama por su nombre si no que le conocen por Little boy, por su pequeño tamaño. Por ello nadie de su edad quiere ser su amigo, y lo único que recibe son rechazos e insultos, su único amigo es su padre, que le hace la vida más llevadera haciéndole soñar con comic y cine. Ahora va a perder a su gran apoyo, pues su padre se tiene que ir a luchar en la Segunda Guerra Mundial, pero Pepper quiere lograr lo imposible que el vuelva a casa y piensa que cuál héroe lo podrá hacer, igual que se hace en los comic. Ahora tiene una misión, pero ésta le enfrentará al resto del pueblo, pues se tendrá que hacer amigo de un anciano japonés que nadie quiere allí, y es cuando las lecciones de vida irán apareciendo.
Alejandro Monteverde parece que tiene fijación con el mundo infantil, con circunstancias y traumas que marquen esa etapa tan difícil, pero sobre todo hay que reconocerle el mérito de su forma de narrarlo, de encajar a ese pequeño gran personaje dentro un mundo vil, ahí con sus debilidades y con sus anhelos, ambos contrapuntos, que son el equilibrio perfecto para no caer del todo en el melodrama y contarnos en cierta forma una historia de aventuras y superación y buscando el buen fondo del niño que todos llevamos dentro.
En las secuencias en las que el protagonista tiene que enfrentarse a situaciones complicadas físicas, que no emocionales que también las tiene a lo largo del metraje, las enfoca como un western y es de agradecer esos giros inesperados en el guión, donde la música inunda la imagen y en cierta forma rebosa la ironía para desdramatizar el contexto. La imaginación aquí plasmada hace sacarnos una sonrisa dentro de una situación un tanto dramática.
Little boy tiene ese fiel reflejo de la sociedad en cuanto a los estereotipos y cánones físicos ya marcados desde la infancia y que siendo una etapa tan difícil puede ser incluso la peor y cruel que marcará la personalidad de muchos. Aquí nada se muestra sutil si no directo viendo como los más pequeños son capaces de ridiculizar al semejante por pensar que son menos que ellos, sin llegar a valorar lo fundamental que es en sí la persona. Se busca el hecho de encontrar los valores humanos desde la infancia, pero algo mucho más allá, desde la raíz, desde la familia y la sociedad y aquí hay una crítica feroz a ello, a que todo ello se consienta.
El enfoque humano también está retratado en las nacionalidades, por las distancias que marcan las guerras, las barreras humanas que se crean por los conflictos bélicos mucho más allá de la razón, el color o la religión. Plasma los rencores creados por los conflictos en las guerras entre países enemigos, dando esa lección de vida que todos nos debiéramos tatuar que en ellas todos pierden, pero desde la distancia eso no se ve y en fragor de la batalla solo se inculca el odio entre naciones, sin pararse a pensar ni reflexionar, y en muchas ocasiones mucho más quienes lo viven desde la barrera.
En un relato sencillo, pero lleno de imaginación donde los personajes juegan a eso: a imaginar a dejar volar la mente para evadirse. Alejandro Monteverde nos propone un gran juego de divertimento donde los valores humanos son las piezas del puzle que hay que armar, sobre todo cuando padre e hijo se dejan llevar por el cine y la lectura para olvidarse de mucha realidad que no es tan agradable, y no es otro acto que el de soñar, que tanto se ha reflejado en el personaje de Little boy que sueña para sobrevivir, y para él es la magia de la vida.
Little boy es un pequeño gran conjunto humano de enseñanzas diarias que todos deberíamos recordar y no olvidar, para no caer en el egoísmo propio de pensar en uno mismo y en el futuro, si no valorar mucho más que lo que tenemos y disfrutar el día a día sin tanta vuelta de tuerca a cada cosa y cada acto.
Es una obra con mucho sentimiento y con un sentido del tacto especial, en todo momento y para todos.