Crítica de El Mundo Abandonado
Parece que la directora tiene predilección por tratar dramas familiares sobre todo si las protagonistas son hermanas…
La trama a veces resulta enrevesada y las vueltas no tienen demasiado sentido de cara al producto final.
Ahondar en el pasado a través de noticias del presente no es algo descabellado cinematográficamente hablando y no nos pilla de sorpresa, bien es verdad que todo se podría catalogar de thriller en muchos momentos, pero aquí la directora Margarethe von Trotta intenta seguir los pasos de un drama en El mundo abandonado, pero incide en demasiados instantes en otros géneros a los que ha hecho referencia en su carrera y que por momentos hace que el espectador se despiste.
Sophie es una cantante de jazz y blues, que tiene que compaginar su pasión con otros trabajos para sobrevivir. Su vida amorosa no es todo lo feliz que ella quisiera y por si fuera poco recibe una llamada de su padre que va a hacer que su mundo se tambalee un poco más. Su padre, Paul, ha encontrado una foto de una mujer que se parece mucho a la madre de Sophie, y además tienen más cosas en común, ambas cantan. Paul quiere que vaya a buscar a esta mujer y hable con ella, se llama Caterina Fabiani y es una famosa cantante de ópera. Aunque ella no quiere accederá a los deseos de su padre, sin saber que detrás se esconde mucho más que un cierto parecido físico.
El guion de El Mundo Abandonado esconde demasiadas emociones y sentimientos en todos los protagonistas que se desvelan a lo largo de no un largo metraje pero sí que se hace intenso por momentos, pues bien es verdad que la trama a veces resulta enrevesada y las vueltas no tienen demasiado sentido de cara al producto final.
Si bien la carga más profunda la llevan las protagonistas femeninas, la responsabilidad de los hechos está a cargo del elenco masculino que no está a la misma altura a la hora de mostrarse ante el espectador. Aquí en ésta parte es donde ellos parecen desencadenar una cierta intriga y enfocarse en un tono thriller que no encaja del todo pero que no estaría de más que se hubiera perfilado con mayor maestría para tener un enfoque más realista y haber dejado de lado el lado documental que a veces parece que está teniendo el film, siempre entendiendo que todo está basado en un hecho que ocurrió en sí mismo, pero hay que tratar como tal ficción.
Si Margarethe von Trotta viene de presentarnos Hannah Arendt donde la culpa es un eje principal, aquí no iba a quedar fuera de juego, y de hecho a mitad de la película cobra mucho más sentido de lo que a priori pudiera tener. También se trata la memoria, el aferro emocional, el miedo a lo desconocido y los cambios íntimos y el egoísmo vital dentro de la pareja hasta extremos insospechados.
Parece que la directora tiene predilección por tratar dramas familiares sobre todo si las protagonistas son hermanas, aquí ha contado con las actuaciones de dos actrices alemanas Barbara Sukowa y Katja Riemann, la primera de ella casi ya convertida en la musa de sus últimas películas, y aunque no llegue a estar a la altura de su anterior trabajo, defiende su papel con bastante solvencia, por otro lado Katja juega otro papel mucho menos dramático pero mucho más complejo, y ahí pierde un poco de intensidad.