Crítica de El Abrazo de la Serpiente
2015: Premios Oscar: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2015: Festival Cannes: Quincena Realizadores: Art Cinema Award
El tono elegido impregna elegancia, el blanco y negro da respeto y los flashbacks impuestos son totalmente necesarios para entender el antes y el después.
Ciro Guerra nos plantea en El abrazo de la serpiente la disyuntiva moral del colonialismo sobre el mundo indígena en dos décadas distintas, y con esta compleja película ha llegado a ser uno de los nominados a Mejor película de habla no inglesa para los Oscars que se celebran este fin de semana.
Theodor Koch-Grünberg es un explorador alemán que está atravesando el Amazonas en busca de una flor que le ayude a curar una enfermedad que sufre, para ello necesita al Chamán Karamakate, pero éste solo lo hará si Theodor le lleva hasta su tribu, ya que el alemán lleva un colgante de la misma. Décadas después aparecerá Richard Evans Schultes que requerirá la misma ayuda de Karamakate para buscar la misma planta. Ahora todo el paisaje es distinto el negocio del caucho ha cambiado la naturaleza del paisaje, y la memoria del chamán ya no es la misma.
La complejidad del ser humano y su ambición quedan reflejados durante todo el metraje. Una observación meticulosa y extraordinaria la que hace la cámara de la naturaleza extrapolada al ser, a su comportamiento, a su integración a la misma, y a como su conjunción a veces no es tan perfecta.
Podríamos haber visionado El abrazo de la serpiente en blanco y negro y además sin sonido hubiera sido todo una experiencia y la hubiéramos entendido igual, pues utiliza esa textura impresa en la mirada de los personajes que va mucho más allá de los textos que hay en el guion, todo queda expuesto y plasmado en el ambiente, recogiéndolo de una manera magistral por el director en cada secuencia, en cada plano y en cada uno de los actores.
Simbologías muchas las que vemos aquí, pero sobre todo el trato del tú a tú, de las etnias, de las religiones, del paso del tiempo y del respeto por las creencias. El poder de la naturaleza y las raíces que da como sabiduría vital, pero invocando ante todo un respeto sobre lo humano y lo divino de todo lo que nos vino impuesto, creado y plasmado quedando para la posteridad.
Metáforas vitales las que subyacen en El abrazo de la serpiente, donde se pierde el ser humano en el egoísmo por el conocimiento de lo prohibido, o de lo respetado por muchos, queriendo imponer unas leyes superiores por creerse mejores al venir de otras tierras supuestamente más desarrolladas y con conocimientos distintos aparentemente más avanzados, que no siempre quieren decir mejores, pues al final, beben de la misma fuente y se nutren de la tierra sin darle beneficio, todo lo contrario.
Una búsqueda por el respeto es lo que hay en todo momento aquí, pero por la naturaleza sobre todo, por conservar los patrimonios y la historia que pueda dar frutos y conocimientos.
El tono elegido impregna elegancia, el blanco y negro da respeto y los flashbacks impuestos son totalmente necesarios para entender el antes y el después de la historia contada con detenimiento, haciendo hincapié en la memoria, en la histórica y en la física de las personas, de cómo se puede acrecentar dependiendo de cómo se les trate.
El abrazo de la serpiente conquista por sus paisajes, por su narración a veces un tanto poética, por esos silencios que cautivan, por los senderos en los que se pierde y por invocarnos a recordar que a veces lo superior puede ser inferior y mezquino.
Enfocado por momentos como un medio documental, el registro es totalmente creíble y el espectador también se ve inmerso en esa cultura indígena como si fuera un aventurero más. Pero eso sí, nada es tal aventura como parece y aun así podemos llegar a pensar que estamos bajo en embrujo de todo un registro etnográfico, ámbitos dispares pero complementarios que le dan la complejidad necesaria a un excelente trabajo que no sabemos si en unos días se llevará un Oscar.