Una entretenida y comercial comedia que logra lo que se propone: provocar la carcajada.
La directora Inés París, responsable de Miguel y William, demuestra en La noche que mi madre mató a mi padre que el viejo vodevil, siempre que se haga conociendo sus particulares reglas, sigue siendo una buena forma de lograr la risa del espectador. Con la ayuda en el guion de Fernando Colomo, un especialista en provocar carcajadas, la realizadora ofrece una película de enredo que evoca las screwball comedies del cine clásico. El resultado es una simpática cinta que recuerda por momentos a Un cadáver a los postres, largometraje de Robert Moore que parodiaba las tramas de suspense de Agatha Christie, o ¡Qué ruina de función!, descacharrante película de Peter Bogdanovich basada en la obra de teatro de Michael Frayn. De la primera parece tomar prestado los elementos de comedia criminal, con sus trampas y falsas pistas, mientras que de la segunda recoge su juego entre la ficción y la realidad.
La cineasta madrileña sitúa gran parte de la acción de La noche que mi madre mató a mi padre en la mansión de los protagonistas, una actriz madura que pasa por un mal momento profesional y un escritor de historias de suspense que se gana la vida como guionista de cine. Una cena de negocios con la ex mujer del novelista, la productora de un filme en preparación; el actor Diego Peretti y el matrimonio de artistas se convertirá en un verdadero infierno cuando aparezca el ex marido de la madura estrella y su nueva novia.
París no elude el tono claramente teatral de su propuesta, aunque airee la trama en más de una ocasión, y divierte al espectador con una historia repleta de engaños, equívocos y situaciones al borde del absurdo.
También logra imprimir ritmo a su particular enredo y se muestra como una consumada directora de actores, todos realmente divertidos. No obstante, hay que destacar el trabajo de Eduard Fernández, espléndido como ese novelista que es incapaz de desentrañar la trama en el que se ha visto envuelto, y una sorprendente Belén Rueda, divertida en el papel de actriz con varios ases en la manga.
En resumen, La noche que mi madre mató a mi padre se revela como una entretenida y comercial comedia que logra lo que se propone: provocar la carcajada. De paso, retrata con humor a un grupo de personajes egocéntricos y un poco patéticos que, sin embargo, se ganan el cariño del espectador.
La noche que mi madre mató a mi padre
Lo Mejor: La película logra lo que se propone, la carcajada del espectador
Lo Peor: Una trama previsible