La versión de Barthes no va más allá de la adaptación académica de un texto memorable donde solamente sobresalen el trabajo de Wasikowska.
Crítica de Madame Bovary.
Directores del prestigio de Jean Renoir, Vincente Minnelli o Claude Chabrol, entre muchos otros, se arriesgaron a llevar al cine Madame Bovary, obra maestra de Gustave Flaubert y una de las novelas protagonizadas por mujeres más famosas del siglo XIX, con permiso de Anna Karenina o La Regenta, dos libros con los que tiene más de un punto en común. No obstante, ninguna de las versiones de la gran pantalla ha logrado alcanzar la brillantez del original literario. Tampoco lo consigue la película de Sophie Barthes que toma como base el célebre texto.
En primer lugar, sorprende ver a la directora en un proyecto como éste después de su aclamado debut en el largometraje, Cold Souls. Allí seguía los pasos del actor Paul Giamatti, que pretendía congelar su alma. La cinta se mostraba claramente influida por el particular universo del guionista y director Charlie Kauffman.
Su siguiente trabajo solamente parece tener en común con su ópera prima la presencia de Giamatti. Con algunas ausencias respecto a la novela, la realizadora nos vuelve a contar en imágenes las peripecias de Emma Bovary, una joven que se casa con un gris médico rural galo. Sus ilusiones románticas pronto chocarán con la realidad de un esposo aburrido y la realidad de un entorno escasamente atractivo. Poco a poco, la mujer dejará la austeridad de su existencia y la sumisión a su marido para convertirse en una persona adicta a los lujos y que no duda en tener amantes.
Barthes presenta a su protagonista como una rebelde que se enfrenta a su manera a las normas sociales existentes en Francia en el siglo XIX. La cineasta muestra la evolución de su personaje no solamente a través de los cambios de actitud, sino también de la decoración de su casa y su vestimenta que dejan patente la transformación de Emma. Mia Wasikowska, una actriz que parece especializada en encarnar a heroínas literarias en cintas de época, logra hacer creíble la evolución de una mujer que quiere ser dueña de su destino, a pesar de los impedimentos del entorno. La cinta pone de manifiesto en todo momento el buen gusto de Barthes a la hora de componer cada plano, usar la banda sonora o utilizar sabiamente el soberbio diseño de producción.
Sin embargo, nada de ello evita que nos encontremos ante una ilustración impersonal y algo fría del trabajo de Flaubert. Por otra parte, los roles del marido y los amantes de Emma están vagamente perfilados. No ayuda que ni Henry Lloyd-Hughes, excesivamente hierático como el esposo del personaje principal, ni Logan Marshall-Green y Ezra Miller, demasiado inexpresivos como los objetos de deseo de la mujer casada, ofrezcan interpretaciones convincentes.
En resumen, la versión de Barthes no va más allá de la adaptación académica de un texto memorable donde solamente sobresalen el trabajo de Wasikowska y el de dos intérpretes veteranos del calibre de Rhys Ifans y el citado Paul Giamatti, que consiguen brillar en sus pequeños cometidos.
Crítica de Madame Bovary de Julio Vallejo Herán.
Madame Bovary
Lo Mejor: Sobresalen el trabajo de Wasikowska y el de dos veteranos Rhys Ifans y Paul Giamatti
Lo Peor: No alcanza ni de lejos la brillantez del original literario