Cumple su objetivo: mantener al público en tensión durante las dos horas de metraje. No obstante, se ha perdido algo de la elegancia de su predecesora.
Expediente Warren: The Conjuring era la particular carta de amor del director James Wan al cine de terror estadounidense de los años setenta, especialmente a cintas como El exorcista y Terror en Amityville. La historia real de dos famosos demonólogos, los esposos Ed y Lorraine Warren, que investigaron el acoso a la familia Perron por parte de entes sobrenaturales se lo ponía en bandeja.
Bien es verdad que ya había tratado un asunto parecido en las dos primeras partes de Insidious. Allí también éramos testigos de los problemas de un clan para librarse de unas criaturas nada amistosas. No obstante, el estilo de estos dos largometrajes era muy diferente del que hacía gala en Expediente Warren: The Conjuring.
El director de origen malasio lograba en ese filme crear un suspense terrorífico y una atmósfera compatible con la ración de sustos tan habitual en el género. Por otra parte, la cinta se beneficiaba de un reparto muy por encima de este tipo de productos. Todo ello permitió que la película convenciera a la crítica e incluso a ese público reticente a las producciones de terror más sangrientas.
Como era de esperar, la secuela no se ha hecho esperar. Repiten el propio Wan, la pareja de guionistas formada por los hermanos Chad y Carey Hayes, a los que en esta ocasión se añade David Leslie Johnson, y los dos actores protagonistas de la anterior entrega, los más que solventes Vera Farmiga y Patrick Wilson, que dan vida de nuevo al matrimonio experto en sucesos paranormales.
Expediente Warren: el caso Enfield cumple su objetivo: mantener al público en tensión durante las más de dos horas de metraje. No obstante, es digno de Crítica que se ha perdido algo de la elegancia de la anterior y el guion se convierte en ocasiones en una mera concatenación de momentos impactantes.
Quizá lo más interesante de esta continuación sea la inclusión de unas leves notas de humor que no se encontraban en el precedente. Por el contrario, el nuevo capítulo de la saga se muestra bastante ñoña a la hora de mostrar la relación entre los Warren y refuerza más si cabe rancio mensaje ultracatólico del largometraje previo.
El resto es casi una repetición de la fórmula Expediente Warren: un prólogo donde se muestra un caso previo de los parapsicólogos, una trama principal protagonizada por una familia acosada El caso enfield y un epílogo que prepara al espectador para un posible spin-off en la línea de Annabelle, la película que, con crítica mediocre, convertía en protagonista a la muñeca diabólica de Expediente Warren: The Conjuring.
Por otra parte, esta entrega se toma un tanto a la ligera los hechos reales como base: el poltergeist de Enfield, uno de los casos paranormales más conocidos de Gran Bretaña. En aquella ocasión, los Warren no fueron fundamentales para esclarecer el suceso. A este respecto, el filme se aleja de lo ocurrido a finales de los setenta en Londres para establecer de una manera un tanto forzada vínculos con trayectoria del matrimonio de exorcistas. Lo que sí han incluido los guionistas son las sospechas de fraude que rodearon al hecho.
No obstante, los que quieran tener una versión más cercana a lo sucedido entonces tendrán que recurrir a The Enfield Haunting, una miniserie de la televisión británica dirigida por Kristoffer Nyholm e interpretada en los roles principales por actores de la talla de Timothy Spall y Matthew Macfadyen con gran éxito de crítica.
En resumen, Expediente Warren: El caso Enfield cumple con su propósito de entretenimiento de la vieja escuela, aunque se eche de menos algo de la elegancia que tenía su modelo. La fórmula vuelve a funcionar, pero de manera quizá demasiado mecánica.