No siempre es oro lo que reluce, no siempre una buena actriz está acompañada de una buena trama con un fondo digerible.
Quizá porque el patrón que se establece de mujer está ya muy manido, que en El Porvenir no se mide con la novedad de un papel con fundamento.
Nathalie (Isabelle Huppert) es profesora de filosofía en un instituto de París, y su pasión en su trabajo lo intenta trasmitir a sus alumnos para que tengan buenos hábitos en el estudio y en la lectura. Su familia es su segunda pasión, pero ya llegados a los sesenta parece que todo está asentado, sus hijos son mayores y con su marido tiene una vida sencilla. La sencillez se volverá cambio total en su vida, cuando su marido le dice que deja su matrimonio y se va a vivir con otra mujer. No será el único cambio que Nathalie tendrá que asumir en su vida tan acomodada con los años.
Mucho más allá de una buena o mala interpretación, hay que matizar que el acompañamiento verbal con los diálogos no acompañan en sí a la fragilidad estética y corporal que se aprovecha de Isabelle Huppert, estandarizar a la mujer en ese tono, en esta época y con su cultura parece ser en muchos casos ya lo estereotipado y no sorprende.
Creíble o no, formato aparte y fondo expuesto para llamar la atención que todo lo narrado existe y que los avances culturales no son tales como se aparentan, ahí puede tenga ese acierto en la veracidad de los hechos pero que ya no impresionan aunque en cierto modo asusta.
El porvenir tiene una mezcla de conflictos encontrados entre la edad adulta y sus propias monotonías pero a la vez los que puedan tener los jóvenes, cruzándose entre ellos y sus edades, saltándose etapas o bajando algunas.
Aun así, aunque la película pueda caer los tópicos y no ser nada original, y por momentos incluso no excesivamente atrayente al resultar un tanto repetitiva, hay que reconocer que Mia Hansen-Løve ha enfocado a cada personaje con una identidad bien marcada y que uno se apoya en el otro aportando cierto dinamismo al guion.
Enfatiza en demasía los actos espejos de influencia en los demás por medio de la enseñanza, lo que quiere aportar por medio de la cultura, eso sí a todo aquel que quiere aprender viendo en cierta forma la pasividad del sistema actual, hay una búsqueda de introducir temáticas actuales en otros temas recurrentes para no caer en la total desidia para el espectador.
A medida que avanza el metraje los personajes de El Porvenir se ven inmersos en la monotonía, en la rutina establecida por la costumbre, por confianza arraigada por el tiempo de convivencia sin pararse a medir lo que se pierde sin darse cuenta.
Muestra una vida por resignación y dando por hecho que lo se tiene y vive es lo que hay y no lo que se desea, eso sí a través de una mujer tipificada por la sociedad y ya muy dibujada en pantalla.