Inconsistente mezcla de thriller, romance y drama que encuentra en la falta de química de la pareja protagonista su principal talón de Aquiles.
Crítica de «Passengers»
«Passengers» es una de esas películas que aborda varios géneros sin lograr triunfar en ninguno de ellos.
El largometraje comienza siendo un drama existencial. Los espectadores asistimos a las desventuras de un mecánico que se despierta por error en una nave espacial noventa años antes de llegar a su destino.
El director noruego Morten Tyldum, al que debemos títulos como «Headhunters» o «Imitacion Game» («Descifrando Enigma»), y el guionista Jon Spaihts, autor de los libretos de «Prometheus» y «Dr. Strange» («Doctor Extraño»), nos muestran de manera más o menos convincente la desesperación de un individuo que no puede volver al estado de hibernación y se encuentra totalmente solo en el espacio. Su maltrecha salud mental le llevará a plantearse si debe despertar a otra tripulante por la que se siente atraído, aunque con ello condene a la susodicha a una maldición parecida a la suya.
Lástima que este prometedor inicio se vea malogrado cuando el protagonista masculino decida finalmente que la mujer, una joven escritora, deje su plácido sueño. Es entonces cuando la película se convierte en una extraña comedia romántica con casi todos los tópicos posibles.
A ello hay que añadir que la química entre los norteamericanos Chris Pratt y Jennifer Lawrence, los particulares Adán y Eva de las estrellas, es totalmente inexistente.
Tampoco ayuda demasiado al conjunto la intervención de un barman androide, al que da vida el siempre eficaz Michael Sheen, que se convierte en el particular confesor de los dos miembros de la pareja.
No obstante, conscientes quizá de la falta de intensidad de la historia de amor, realizador y guionista fuerzan un desenlace que se escora más hacia el thriller.
El resultado es una película que tiene muchos problemas para encontrar su justo tono. Es cierto que nunca logra aburrir, aunque todo resulte demasiado inconsistente. Parece como el filme se limitara a reunir elementos de varios largometrajes y géneros sin lograr que el producto sea algo más que un absurdo Frankenstein cinematográfico.
Incluso los guiños a 2001: Una odisea del espacio y El resplandor, dos de los clásicos del director estadounidense Stanley Kubrick, son poco más que meras ocurrencias encajadas con calzador dentro de un filme que abarca mucho, pero aprieta poco.
Crítica de Julio Vallejo Herán.
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