Horrenda quinta entrega de la saga donde los elementos propios del melodrama más barato se imponen a unas secuencias de acción poco logradas.
La primera entrega de «Underworld» era una suerte de pastiche en el que se daban cita la estética gótica de franquicias como «El cuervo» y «Matrix», elementos más o menos clásicos del cine de terror, como el enfrentamiento entre licántropos y vampiros, y un toque de drama romántico no tan alejado de la clásica historia de Romeo y Julieta, aunque aderezado con ingredientes propios del género fantástico.
El director Len Wiseman logró con aquella cinta un gran éxito de público y fijó la fórmula que seguirían las secuelas.
Desvinculado como realizador de la saga desde la tercera parte, el cineasta ha seguido apadrinando la serie de largometrajes, aunque haya confiado en varios artesanos la tarea de seguir exprimiendo con diversas variaciones los escasos hallazgos de las dos primeras películas.
Crítica de «Underworld: Guerras de sangre»
«Underworld: Guerras de sangre», la quinta entrega, deja patente que las ideas hace tiempo que se acabaron. Nos volvemos a encontrar con Selene, la vampira protagonista de la franquicia. Todavía dolorida por la muerte de su amado y la obligada desaparición de su hija, la heroína se las verá con los hombres-lobo, empeñados en encontrar a su vástago a toda costa, y los chupasangres, dispuestos a lograr aceptarla de nuevo en su seno si forma militarmente a su ejército. En medio de la contienda entre ambos bandos, la particular guerrera contará con el apoyo en todo momento de David, un miembro de la realeza de los no muertos.
Anna Foerster, directora que se ha granjeado cierta fama gracias a su trabajo en series como «Outlander» y «Mentes criminales», intenta copiar las señas de identidad visual de la saga, pero solamente consigue que el largometraje tenga la apariencia de un mal producto de fantasía destinado más a la pequeña pantalla que al cine.
Los momentos dramáticos están rodados con ramplona falta de fuerza, mientras que la acción está salpicada de unos nefastos efectos visuales que delatan demasiado su origen digital.
No ayuda tampoco un guion cuajado de traiciones y giros propios de un culebrón de sobremesa.
Al nefasto resultado final contribuyen unos pétreos Kate Beckinsale y Theo James, en el papel de la pareja protagonista, y unos ridículamente histriónicos Lara Pulver y Tobias Menzies, como los principales malos de la función.
Una crítica de Julio Vallejo Herán.
No hay comentarios
Pingback: Bitacoras.com