Puntuación:
Hay algo en la forma de entender el cine de Parker que recuerda al radicalismo desaforado del que hacía gala Spike Lee en los tiempos de "Haz lo que debas"
Extremista visión de la rebelión de los esclavos en el estado de Virginia que reflexiona sobre la instrumentalización de la religión.
El pasado de la comunidad afroamericana ha ocupado un lugar importante dentro del cine norteamericano de la era Obama. En la mayoría de las ocasiones, la historia de los logros y sufrimientos de la población negra en el país de las barras y estrellas se ha rememorado en producciones del calibre de «12 años de esclavitud», «Selma», «El mayordomo» o «Figuras ocultas», entre muchas otras.
Crítica de «El nacimiento de una nación»
Dentro de ese afán revisionista se encuentra «El nacimiento de una nación». No resulta casual que Nate Parker, el director y protagonista del largometraje, haya escogido un título que recuerda a la cinta homónima de D.W. Griffith de los albores del cine. Si el magistral cineasta mostraba en aquella cinta un retrato de la población esclava claramente racista que justificaba la acción deplorable de grupos xenófobos del Ku Klux Klan, el cineasta afroamericano enseña ahora los desmanes de los dueños de las plantaciones sudistas y exculpa de algún modo el sangriento comportamiento de aquellos que eran sus amos. En cierta manera, nos encontramos ante dos visiones claramente parciales y tendenciosas, aunque situadas en planteamientos ideológicos situados en extremos opuestos.
Hay algo en la forma de entender el cine de Parker que recuerda al radicalismo desaforado del que hacía gala Spike Lee en los tiempos de «Haz lo que debas». No obstante, también hay que valorar que su largometraje, todo lo sesgado que se quiera considerar, tiene una extraña fuerza que no tienen otras cintas que reconstruyen la dura de los afroamericanos de manera más edulcorada. Es verdad que en algunos casos cae en el sensacionalismo, especialmente en las secuencias de tortura, aunque lo haga para justificar el sangriento comportamiento con el que un grupo de esclavos se sublevó contra aquellos que habían sido sus señores.
No obstante, lo más interesante de la propuesta reside en su denuncia de la instrumentalización del cristianismo para fines que poco o nada tienen que ver con sus verdaderos propósitos. Así el protagonista, un clérigo negro, pasa de ser la herramienta de opresión de los dueños de las plantaciones a convertirse en un particular Espartaco que utiliza las sagradas escrituras para respaldar su rebelión. Una reflexión especialmente oportuna en tiempos del gobierno del presidente Donald Trump, que pretende justificar su política con argumentos religiosos.
En resumen, «El nacimiento de una nación» viene a poner de manifiesto que la génesis de los Estados Unidos de América está cimentada en el dolor y el sufrimiento de aquellos emigrantes africanos y sus descendientes que fueron y todavía hoy son considerados en algunos casos como seres humanos de segunda.
Crítica de Julio Vallejo Herán.